Bienvenidos: Revista La Urraka Internacional


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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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lunes, 26 de julio de 2021

Poemas y pinturas de Héctor Cediel Guzmán

 

Héctor Cediel Gúzmán*

Palabras silenciosas que detienen el tiempo 

Homenaje a mujeres escritoras

I

Hay sangre y dolor sobre la piel del tiempo

Su antorcha pregona incendios y un tembloroso porvenir

La hambruna de las almas roe piedras y mastica sueños

La ceguera nos impide ver a Dios, al extinguirnos en guerras

La luz de la experiencia se esfuma en mareas de niebla

Quedan misteriosas huellas esculpidas por oscuros fuegos

Deslumbra la revelación de las imágenes que nos protegen

Somos inmisericordes caínes ante los ojos de un Dios turbado

II

Miles de inteligencias se pierden aplastadas por el progreso

El obrero y el campesino son anacoretas exiliados en el olvido

Cansados, aguardamos un mínimo milagro del Dios idolatrado 

Nuestro destino es trabajar y trabajar cual robot de cuerda

Nadie es nadie. La metralla desangra, los impuestos despluman

La bestia es la realidad que nos clava alfileres en las uñas

El amor nos consuela con sucias manos como si fuéramos imbéciles

Sonreímos cual idiotas, aullamos y oramos, mendigando esperanzas

III

Mi riqueza se reduce a contar granos de arroz y pequeñas monedas

El amor es un rompecabezas que nos permite adular a los verdugos

Somos insectos cómplices de la mala estrella de las estadísticas

La muerte trasfigura de un plumazo el realismo mágico de la pobreza

Somos cariátides que sostenemos cual héroes a nuestros asesinos

Dios ladra inútilmente, mientas escarbamos esperanzas en la tierra

El canto agónico de las mujeres violadas se extinguirá en la historia

Fuimos gotas de agua para el pez que imaginamos en los sueños

El brutal ritual de sangre y fuego es verde como la voz del milenio

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Homenaje a mujeres poetas

Dedicado a Helena Trujillo, poeta del Grupo Cero

I

Mientras todos duermen, pisamos espinos, empuñando la llama

La tierra arde y abrasa a quienes se rinden resignados a su suerte

Hay fuego en las sílabas de quienes señalan un camino imaginario

Debemos prendernos de alambres de púas y ascender sin miedo

Las madres sobreviven como árboles sin fruto o mustias fábulas 

El fin comienza en el olvido, augura un vagabundo en el camino

Mi sueño es estar donde todos quieren estar. Hay espacio para pocos

Me obligan a huir. Me tildan de mala yerba. Me abortan al infierno

He cerrado los párpados a cientos. Olvidé llorar y amar como adulto

II

No sé cómo, desperté un día con los sentidos vivos

Había fuego en el canto, en los sueños, en el viento y en el instinto

¡Deténganse! Les grité a quienes huían como putas locas alcohólicas

Hay que enfrentar a quienes nos persiguen cual tsunami de herradura

Somos estatuas enamoradas del humo extraño y del viento

Desearía ser fiesta para tu piel, tus cabellos y tu sexo

Alejarme de mujeres con sabor a sal, cemento, otoño filoso y hojarasca

Quiero navegar un barco ebrio por perfumes de Ninfas en celo

Orientarme por estrellas desconocidas y deslizarme desnudo en el azul

Enamorarme de la reina del absurdo, la loca de los incendios silenciosos

Viajar hasta que la Tierra se apiade de mi vejez y me devore

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Voz de la sangre enamorada de profesiones ilegales 

Dedicado a la tertulia La Pérgola de Uniandinos

I

De los ojos se deslizan aguas sobre el orgullo profundo

Se inventaron reinos para jóvenes locas con corazón de mármol

Habitadas por lunas de colores y misteriosas burbujas en sus bóvedas

Maldigo los infernales nocturnos tornasolados del insomnio

Me asfixio con el hedor extremo de las brujas endiabladas  

Late el polvoriento corazón herido por los piratas del sexo

Huyo como lagartija asustada por los talismanes de las hechiceras

¡Cuántas pagan con sus vidas por exhibirse al delirio de la perversión!

El vaho nauseabundo de la realidad me sepulta en inhabitables espacios

Me devora como carroña. Mi paz es una peste peor que la guerra

II

No son humanos quienes se derrumban por el hambre y la miseria

Más muertes no justifican luto nacional, así nos sepultemos en el océano

La matanza nos amarró piedras al cuello. Da asco nuestra historia

Escucho carcajadas, suspiros y gritos amordazados. La vida es mierda

Ensordecidos, buscamos metas insensatas, como esclavos de titiriteros

Encadenados al dorado fuego de la peste de un Dios lujurioso

Nunca me esperaste ni creíste en la luz de las cenizas del lenguaje

Sacudiste mi monotonía con tus pechos y cuajaste un mar de fiebre

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Versos dedicados al Grupo de Poesía Uniandino 

Homenaje a su directora María Cristina Vega

I

Inventaré un paraíso donde el amor sea una extraña utopía

Escribo para salvar el hombre de su orfandad de alma

Los poetas trascribimos lo que nos susurran pálidas sombras

Somos miserables condenados a la paranoia por los demonios

Creamos melodías malditas donde Dios y la esperanza están ausentes

Nos acostumbramos a ver el mar desde la playa, cual muertos en vida

La justicia criminal es contraria a la polisemia de los poderes

Son inmortales los peligros de los mundos vengativos 

El destino nos ató a silencios con sangre y corazones de niebla

Nos taladra el miedo y los gritos de guerra que incitan a la violencia

II

Arden las cicatrices de las sombras siderales de nuestra agonía

Estoy hecho trizas como el dolor del espejo roto que hilvana su pena

Mi corazón herido escupe quimeras inaudibles y sin esperanzas

Tu piel de hielo desposeída de calor, solo abriga sueños de escarcha

Somos alimañas aferradas a lugares olvidados, mentiras sin futuro

Estoy cansado de masticar miserias, ser historia sin pasado ni raíces

Soy un mendigo leproso que devora su carne propia, uñas y callos

Mi corazón se indigesta de rabia y solo vomita una bilis negra

Me enloquece su apocalíptica sangre y la erección frenética del gusano

Carezco de inteligencia para hacer el amor con los labios y bellos versos

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A bailar que la vida se va 

Versos dedicados a los participantes del concurso Ramón de Zubiría

I

La voz del mundo se cansó, está débil

El pecho de los sueños respira adolorido

Los recuerdos de la carne se han hecho polvo

Estamos al borde de llorar gotas de sangre

La Tierra está sembrada de ruinas y de escombros

El amor delirante de los amantes es cenizas de llamas

Llueven lágrimas cual plumas de pájaros tiroteados

Los te quiero carecen de la inocencia de amores con futuro

¡A matar, a matar! Gritan los silencios que siembran terror

Vientos huracanados vomitan estrellas como las guerras

Las noches sorprenden mi corazón como incendios sin privilegios

Son fugaces las tormentas que nos desgarran y paralizan

Como mi Patria, vivo oprimido por la ingratitud y el olvido 

Recuperar lo esencial es saltar por honor, lúcido al vacío

II

Hasta las almas huracanadas de los asesinos sienten miedo

Nos hemos esclavizado a guerras donde el delirio es morir en paz

Mi corazón de piedra cree en las contradicciones del Universo 

Soy un viejo privilegiado cuya ansiedad le permite escapar en poemas

Soy rostro de tenebrosas tormentas, perdido en abismos sin tiempo

La ingratitud hizo en mi Patria una negligente permisiva

Tenemos que recuperar lo esencial: la honra, el buen nombre

No se justifica sobrevivir mimetizados, silenciando vergüenzas

Acuérdate amor, lo felices que fuimos en ese humilde motel

Abrazados amorosamente, nos olvidamos de las tormentas y la guerra

Aislados de los tiburones, chacales, ratas y aves de rapiña murtes

Gozando en noches solitarias del feliz vicio de hacernos daño con amor 

III

La palabra placer fluye vertiginosa y libre sobre tu cuerpo

Tus caderas componen música espléndida con tus piernas y tu pubis 

Me fascina besar esos pies que danzaban con gozo sobre las arenas

Olerte es encantarse con el aroma lascivo de tu sudoroso cuerpo

Me gusta diezmarles besos a tus pordioseros pezones ávidos de mimos

Y olfatear de rodillas la vulnerada gruta del éxtasis y la vida

Te he embestido con feroces dentelladas mientras el deseo se hace sueño

Exploramos todos nuestros poros, nos penetramos e invadimos

Desciframos los amorosos jeroglíficos del silencio y las miradas

Decodificamos la gravitación de los sueños y órbitas de las estrellas

Intenté tocar como tú, la punta de un astro con mis dedos

Somos solo corteza de árboles muertos embestidos por el tiempo

IV

Al mirar tus ojos leí tus pensamientos y la razón de mi soledad

Siempre fuiste como una secreta amante desconocida

Más que la piel, nos separaba un océano invisible

Solo tu perfume me estresaba: soy tuya, te adoro, te deseo

¿Cómo pudo rehusarme tu boca, después de gozar tu cuerpo?

Tu cuerpo siempre enloqueció en secreto por una ilusión imposible

Desde la distancia, hoy añoro tu piel pálida, tu olorosa carnalidad

Tu amor fue inmenso en la oscuridad y pequeño a la luz del día

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La vida se escapa danzando 

Dedicado a Jorge E. Franco y María Cristina Vega

Fundadores hace 26 años del concurso Ramón de Zubiría

I

¡Amor, amor, amor! Cueva de locura, principio de pequeñas muertes

Monstruo fugaz que se devora la primavera de las ilusiones

¡Ay, soñé que te gozaba! ¡Infierno en mi paraíso, desvelos y agonías!

He memorizado con besos, la armonía de tu ardiente simetría

Deseo derramarme como hielo, bullendo por el ardor de tu cuerpo

Acércate, nádame, abrázate a mi desnudez. Navega mi geografía

Deseo hacerme torrente y río. Rayo deshojador de tu inocencia

Verterme como sombra y desembocar en ti como río en el océano

Te embriagaste con mi veneno, agonizaste como animal de vuelo herido

Roímos la manzana, creyendo ser inmortales y dueños del paraíso 

II

Se deslizaron las prendas como si fueran de seda

Contemplé mudo, la hermosura de tu desnudez

Mi mirada de pájaro avizorante te escrutó de pies a cabeza

Te libé con el impulso cándido de mi juvenil otoño 

Me hice colibrí padrote para martirizar tu bajo vientre

¡Cuántos versos afloraron de la simiente y agonía de la sangre!

Verte desnuda fue recordar el mar, la Amazonía, añorar un porvenir

Dejemos que crezca el amor, luz de primavera, exorcista del temor

Encendamos estrellas de esperanza, sembremos carmines frutales

No le aullemos más al fuego ni agotemos los suspiros en silencio

III

Cuando ella grita y pone el cielo en llamaradas

Siento el amor, aullándole a la muerte. La sangre se hace fuego

Solo el silencio de un cigarro marihuano irrumpía en el éxtasis

Luego de corrernos vivos casi hasta el umbral del ser y no ser

Ahora el invierno estremece mis cánticos de guerra

De la garganta del volcán ya no afloran torrentes de luz 

El fuego ígneo de mis palabras ya no enciende tu cuerpo

Nuestros cuerpos son olas sin fuerza que agonizan sobre la playa

Tu belleza que enloquecía a la naturaleza, se hizo negro atardecer

Soy hombre arrepentido que al borde de la vida se sienta a escribir versos  

Rescato imágenes desde lo profundo de la locura y las transformo en luz

Camino de la mano de la agonía y, me sumerjo en insondable silencio

Ahora, solo soy un frágil caminante que mastica las horas

Añoro ensalvajar tus piernas y con sevicia, atravesarte con mi canto.

*Héctor Cediel Guzmán, Escritor, poeta y artista plástico, nacido en Cartagena de Indias, con residencia en Bogotá.

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