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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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martes, 18 de abril de 2023

Vida y nostalgía en La Urraka

TARZÁN, MENSAJERO DE El PADRE

Otto Ricardo-Torres

Lo que sigue tiene lugar en Sincelejo. 

Después de haber cursado dos años de bachillerato en el Colegio Pinillos, de Mompox, ingresé al Instituto Nacional Simón Araújo de esta también amada ciudad. Allí fuimos condiscípulos José Manuel Vergara, Adip Isaac, Emiliano Callejas, Giovanni Quessep y yo, con los cuales formamos la Tertulia de Montecarlo, con periódico y todo.

Pero no voy a escribir sobre el Colegio, sino de Tarzán, mi compañero guaguau de ese entonces a fines del bachillerato. 

En la casa humilde de nuestra propiedad donde vivíamos, de palma por más señas, había un patio grande, inmenso, con unos tres palos de níspero y otros árboles frutales más, de coco, entre ellos. 

Ya en el sexto año de estudios, a Tarzán me lo regalaron los vecinos, mis compadres, cuando todavía no había abierto los ojos porque a la madre le picó una culebra. Yo dormía en un cuarto aparte, también humilde, y el perrito al pie de mi cama, sin dejarme dormir y todo, por su estado. Yo me levantaba a intervalos durante la noche a darle su lechecita y, cuando ya abrió los ojos, por el olfato y la vista, ya él iba por su cuenta adonde estaba la leche.

Yo solía coger muchos nísperos y los ponía a madurar y repartía siempre entre todos los de la casa, incluyendo a Tarzán, que le encantaban. Y así crecimos, como padre e hijo.

Por las noches, después de cenar, solía ir al parque Santander de Sincelejo, a un kiosko donde vendían gaseosas y chocolate. Iba a estudiar ahí porque había fresco y luz abundante. Pedía una taza de chocolate y sendos panes para Tarzán, ya un joven hecho y derecho,  y para mí, él al pie mío. Y así durante casi todos los días lectivos de la semana. Cuando iba solo, al regreso le silbaba desde lejos y él salía a recibirme.

Tal nuestra rutina. 

Hasta cuando me vine a estudiar. Oh, infinita tristeza que aún me dura. Me vine a estudiar y, cuando me comuniqué con mi familia, me dijeron que Tarzán se había ido de la casa desde el mismo día en que yo salí de ella Y nunca más volvió. 

Quién sabe las veces que fue al parque, al colegio y a cuántos recovecos más de la ciudad buscándome el fiel hijo. Pero no regresó a la casa nunca más. ¡D-os!, ¡cuántas hambres, sed, frío, lluvia y sol, desamparo, sin un silbido ni un pan, ni níspero, ni un cuarto humilde con su cama y la compañía de su padre estudiante siempre vestido de blanco, camisa manga larga .. debió sufrir el dulce ángel, mensajero de El Padre Eterno para instruirme en el amor, que es el sendero más duro, pero cierto para volver a Él!

Desde entonces lo ando buscando, hace más de 50 años, por todos los rincones y calles de mi corazón, en pos de un olor, un rastro, ladrido, movimiento de su cola, restriegue contra mis manos y mis piernas.., pero nada. 

Así y todo, lo seguiré rastreando, ya con el mini consuelo de que allá en la eternidad, Tarzán, hijo mío, me ha de estar esperando, adoptado por El Padre, para ir a tomar chocolate en cualquier kiosko de la eternidad. Imposible que Allá no se les haya ocurrido tener una fotocopia del Parque Santander de Sincelejo.

Tal certidumbre o contentillo me aplaca estas lágrimas que he estado derramando ahora por primera vez en la vida de mi escritura. 

Usted qué dice , Padre, ¿sí será? Diga que sí, por favor.

Casa Esenia, octubre 19 del 2021-0ctubre 19 del 2022.
Octubre 12 del 2023.

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