LAS ALAS DEL MAR
Estelar vuelo surrealista-impresionista
Por: Jesús María Stapper
Osvaldo Cantillo Rojas es un Artista Plástico y Poeta colombiano, originario de San Marcos –Sucre-, que en vericuetos y laberintos del -Insomnio Caribe- sonríe, se embriaga de extraña lucidez, y vuela con -alas de mar- en vago destino al alcázar del sueño imposible. Es el bogador onírico y peregrino que tiene por barca un sombrero de mediana estatura. Rema cuando pinta, cuando escribe, cuando la soledad y el olvido le hacen llorar. Quizás durante la tarde de un día lluvioso, carente de espacio en el calendario tradicional, un hombre abandonado a la deriva del destino, recaló incierto en un Puerto –llamado- “Colombia” (en linderos de Barranquilla). Dicen los habitantes del lugar que llegó –armado- con una sonrisa parlanchina, un pincel arrugado, una paleta herida y una suma defectos en trance. Empieza en la noche de cercano pretérito la leyenda de un gran pintor... escritor. Las rebeldes aguas del océano, por abandono, pronto, le regalaron unos lienzos –deformes-, y con una cuerda, en la madrugada, en el muelle, los bajó al corazón del mar... Al amanecer, en el malecón, con un sol en desvarío por oficial testigo, aparecieron plasmadas por las olas y sus crestas y sus gotas blancas: las primeras obras –“cantillanas”-, que hechizaron con sus formas y lenguajes y meandros a los espectadores locales y foráneos.
Así: “fácil, muy fácil...” pinta y esculpe... y escribe Osvaldo. Es un mago intrépido que frente a su público, con acrílicos beodos y óleos rebeldes y telas sin bautizar y páginas sonámbulas, en corrientes hermanadas del surrealismo y del impresionismo y -otras vaguedades-, plasma y escribe: el asombro. Viste –el asombro- con particular sayo y en el rostro –alargado- aparecen ciertas las carcajadas y los delirios y los pesares. En los ojos de sus obras viven tristes las perlas como lágrimas tiznadas por la luz aburrida de las espermas de un antiguo y herético templo. Lo hace de tales maneras que en ocasiones, irreverente, anegado –de sobrias locuras-, elimina fronteras y se sale con los cuerpos (y los avatares del mundo) de los lienzos y de los marcos que los guardan. Vemos a veces, que una mujer suya tiene alas de gaviota desnuda y tiene piernas tan largas que van más allá de su habitación creativa... y vemos en la dama “dibujada”: el viaje que se desprende de sus labios... y son las formas reales de los besos, como amante recado. Asume que el universo ignorado es exclusivo de un ser artista y por lo tanto pertenece a su creación. Se presenta inquieto en sus búsquedas... y nos sorprende en sus hallazgos. Palpé –por casualidad- el rayo en una de sus obras y tenía vivas las arterias... palpitaban... y –cómplices- de reojo me miraron. Si en su vida es ateo en su creación tiene religión. En su legado, nos entrega los méritos de la fe creativa... tan solo para que nosotros descifremos sus parábolas y sus versículos en cisma y el llanto de los cielos caídos.
Cuando no le alcanzan a Osvaldo Cantillo –artista- los acrílicos y los oleos y los carbones –de leña- y la savia psicodélica desviada del árbol, para pintar un rostro de –mujer- que no envejece, un cuerpo sudoroso –de hombre o de pájaro o de dios- que vuela (cae) del acantilado, un paisaje de extraña estampa que huye de la manigua, la estrella imaginaria que devora un niño estudiante durante el recreo, le arma con prontitud en –sentimiento advenedizo- de sorprendente realidad, un esqueleto o una performance (sobre medidas), hecho con escombros y leños y varillas desahuciadas que le dan existencia y picardía y gesto perenne. Consciente del valor de su obra pictórica-literaria, en la encomienda –donada- de los ethos, hace ruido –desde el silencio de la hamaca, anclada sobre la marea- con el cencerro de oxidada lámina que bien acompaña las tumbadoras, las tamboras, las congas, en las melodías reminiscentes que sacuden en febriles ritmos –por usencia o por exceso de amor y pasión- el ombligo salado de los corales del Mar Caribe. No en vano el artista atraviesa fronteras de nuestro país para señalar al Mundo su presencia soñadora que atrae y cautiva con el imán que en la noche oscura tiene una ciudad bordada con iluminados hilos de neón.
Con la palabra escrita de su –inspirada y pícara y desconocida fuente: vocablos que nacen del enigma asustado y de los trabalenguas de los alcatraces que embriagados y perdidos y sin dinero, discuten sobre la ausencia de lo divino, con el sol o la luna-, nos entrega una ¡particular genialidad en el decir! En la narrativa amena y con los versos escritos en “parpatá” del escritor Cantillo, sobre esquelas arrugadas y servilletas polvorientas y papeles descartados y periódicos ignorados y puertas milenarias, nos demuestra el tenor de su rebeldía, aunque nos haga reír de los pies a la cabeza.
Desde este lugar anónimo, a una hora cualquiera, en fecha tácita, doy fe, sin ningún apremio y con total certeza, que en la dimensión y valoración real e inteligente de la obra creativa de Osvaldo Cantillo –pintura-escultura-literatura, al “atisbar resultados” y hacer modesta aprehensión, comprendemos que él si es uno de los grandes Artistas Contemporáneos de Colombia... y de América Latina. Si no es así que me lleven al precipicio las “Alas del Mar” y en las nubes: me abandonen. . Sobre el espacio vacío del presente documento, coloco una equis (x) invisible porque manifiesto con sinceridad, que no sé firmar.
Jesús María Stapper
Bogotá D.C. 4 de junio de 2019
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