Santa Catalina de Alejandría
Parece que el naranja del gigante girasol dejó sus rubores en estos callejones de arena escarchada.
Las reminiscencias de aquel riachuelo que por el puentecito de Carrizal pasaba, acariciaba los pies de sus mujeres, que parecían hacer fiesta con su carnaval de sonrisas.
Mujeres inolvidables: Leonor, Vijo, Jesusa, Clelia, Chave, Carla, Guadis, mujeres grabadas en mi vida.
Evoco de ese terruño olvidado, sus aromas escondidos en mis poros:
el olor del bollo de maíz blanco hirviendo en fogón de leña en cada amanecer;
ese grano bien cocido que aromatizaba el hogar de Sofía y Olegario.
Las empanadas de Rosa Pérez, las carimañolas de Jovita leal, las arepitas dulces de Antolina, las almojábanas de Pablita, las arencas de Maria "pescao" y los refrescos rosados de Carmen Esther, con un toque de nuez moscada.
Los ramilletes que adornaban la casa del difunto "Chino" Ripoll, se llevaron también mis recuerdos de infancia.
Aquel Carlitos, con su lata y un costal a cuesta, simulaba esa misericordia representada, cuando extendía sus manos para recibir un plato de comida, las brisas de ese impregnado amor que me conmueve, están reposadas en los mares de Galeras y Loma Arena, diamantes escondidos.
Lugares extraordinarios que manifiestan la queja de aquellos ecos ignorados y que hoy aún podemos escuchar.
Escritora y poeta Dámaris Castro Ospino (Colombia)
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