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Autor: Yemba Bissyende
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domingo, 26 de abril de 2015

La Urraka al lado de los escritores

TODOS LOS DÍAS NO SON IGUALES O LA ENORME PUERTA DEL OLVIDO

Por Conrado Alzate Valencia

Nadim Marmolejo Sevilla nació en Palmito, Sucre, en 1965. Sucre es un departamento localizado al norte del país, en la región del Caribe colombiano, cuyo nombre lo tomó en honor al Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. De Sucre son los poetas Giovanni Quesssep y el gran Héctor Rojas Herazo, quien ha sido traducido al inglés, francés, ruso y alemán. Recordemos que Gabriel García Márquez pasó parte de su niñez en Sucre, al lado de sus padres, donde se inspiró para escribir algunas de sus célebres novelas. Esta es pues una tierra de cantantes, de juglares de  música de acordeón como Alfredo Gutiérrez y grandes creadores. 
De este alegre meridiano del Caribe, incluyendo el archipiélago de San Andrés y Providencia, en donde vivió por más de una década, una mágica escuela literaria, es el   Comunicador Social de la Universidad Autónoma del Caribe Marmolejo Sevilla, quien es el  autor del libro de cuentos titulado Todos los días no son iguales (Bogotá: Ediciones Ántropos Ltda., s. f.), y quien ha sido publicado en Colombia, Venezuela, Perú, Guatemala y Nueva York. Hace parte de la Antología del cuento corto del Caribe colombiano, editado y publicado por la Universidad de Córdoba. Y recientemente el cuento titulado “El otro rostro de la navidad” fue incluido en la antología “Cuentos de navidad”, dada a conocer en España, como un homenaje a la escritora Ángeles Palazón.    

En la actualidad Marmolejo Sevilla vive en la ciudad blanca de Manizales, al lado de su esposa y de sus dos pequeñas hijas. En esta lluviosa capital andina, este escritor asiste a casi todos los eventos literarios, escribe para el periódico El Isleño de San Andrés y Providencia, las revistas Welcome Caribe y La Urraka.com, y prosigue acendrando su trabajo literario, bajo la égida de sus apolíneos sueños y su escaso peculio.

“Todos los días no son iguales” es un acertado y llamativo título para un buen libro de catorce cuentos relativamente breves, de envolvente trama, donde sobresalen las esperas, la vejez, las coincidencias, las confabulaciones del azar, los encuentros fortuitos, los desencuentros, los sueños, el odio, los vicios, la violencia, las peleas entre viejos amigos, los amores extraños, los maltratos, las venganzas, los parricidios, los recuerdos y la muerte de sus personajes corrientes y molientes.  Se trata de una obra escrita con un lenguaje sencillo, ameno, exornado con poéticas y filosóficas expresiones como estas: “El olvido no sirve para vivir”, “La vejez no se toma ni un sólo día de descanso”, “La cordura es aburrida”, “Yo quiero algo así como lo que existe entre la flor y el colibrí”, “Indefenso, como las raíces de un árbol caído”, “Es mejor que la muerte lo tome a uno por asalto y no avisado”, “Al porvenir no se llega por los caminos que uno escoge, sino por los que dicta la necesidad”, “Detrás de todo éxito siempre hay mucho de osadía”, “La calle estaba sumida en una soledad tan grande sólo comparable con el olvido”, entre otras. 

En algunos relatos como María, ya es de día y Al final del día, el autor sugiere otro final después del final; es decir, deja que la imaginación del lector le agregue otra parte. Pareciera que el cuento está inconcluso; pero no es así, es una estrategia literaria. Esa es la “estética del sugerimiento” como la llamaba Vicente Huidobro. “El arte del sugerimiento, como la palabra lo dice, consiste en sugerir. No plasmar las ideas brutalmente, gordamente, sino esbozarlas y dejar el placer de la reconstrucción al intelecto del lector”, escribe Huidobro. Esta es una de las cosas que hace importante la obra que estamos analizando.          

El autor, que es poco creyente y agüerista, curiosamente trabaja con supersticiones, con presagios y señales. Un ejemplo de cuanto digo nos lo proporciona el cuento El amante de la maestra, donde un “abejón negro” le anuncia a la profesora Nancy la llegada de un amante puntual. Otro ejemplo es el de Los sobrevivientes del domingo, donde el Cabo Félix y Asdrúbal González,  dos amigos entrañables que se trenzan en furiosa pelea por el canto del guacabó, un pajarraco que suele avisar la muerte de las personas.

Finalmente, recomiendo leer estas excelentes páginas, que recrean las malas jugadas del destino; de la “tragédie humaine” de seres humildes que pasan, de un momento a otro, de la cúspide al abismo; seres que cruzan con facilidad la “enorme puerta del olvido” y sólo nos dejan nostalgias en el alma. Realidad o ficción, ficción y realidad; no sé. Lo cierto es que de tal quid y de tal jaez es esta nueva narrativa colombiana.

Manizales, abril 23 de 2015

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