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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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domingo, 21 de diciembre de 2014

El cuento en La Urraka

El Extranjero

Por Alvaro Carbonell Nuñez

Al desembarcar Luciano Fiorillo, hombre caucásico de 37 años sacude con su pañuelo su vestido blanco, un ligero halo de viento frío de la madrugada desordena sus cabellos negros, organiza su sombrero mientras espera impaciente la llegada del tren de pasajeros que lo llevaría a la estación. 

El inmenso muelle de 400 metros penetraba la hermosa bahía, una isla de espesas vegetación adornaba el paisaje, escuchó la locomotora que poco a poco se acercaba, aún la penumbra vaga de la aurora cubría el embarcadero y apenas los tenues rayos de sol amanecido aparecían... aborda el tren de pasajeros que por la gran afluencia de estos constantemente transitaba el muelle, solo dos finas maletas de cuero conformaban su equipaje, Ingeniero graduado que pretendía afrontar su nueva vida ya que con la guerra había perdido su bienes y a su familia en Italia.

El tren de pasajeros llega a su destino, Luciano ingresa a la estación, conforma una larga fila de más de tres horas para acceder a inmigración, al lograrlo entrega su pasaporte, al preguntarle el porqué de su visita explicó que venía con el fin de radicarse en este país, fue visado su pasaporte, Luciano se despoja de la chaqueta de su vestido y se dirige a un frondoso árbol de matarratón, ubicado al frente de la estación, su sombra refrescaba el ambiente, en medio del clima que a media mañana de 28 grados centígrados gracias a las frescas brisas del mar, bajo su sombra se escuchaba el trinar de canarios y turpiales que abundaban en la región, disfrutó durante más de una hora sentado en el pasto al pie del árbol. Aborda un carro coche de dos caballos y casi a señas por no dominar el idioma español, le indica al conductor que lo traslade a un hotel, en el corto trayecto disfrutó de la hermosa vista que conformaban las trinitarias y margaritas que rodeadas por mariposas coloridas, adornaban el camino perfumado por las flores.

A menos de 500 metros el coche frena bruscamente indicándole a Luciano la llegada, paga con Us$2 dólares y esto no es del agrado del cochero quien increpa sobre lo complicado que era dirigirse a la capital para poder cambiar los billetes, Luciano sin entender tomó las maletas y entró presuroso al hotel, estaba extenuado y ansiaba una cama donde descansar.

El hotel, llamado Esperia, era lujoso, con amplia entrada, espacioso salón con pista de baile donde se presentaban orquestas de jazz y son cubano procedentes del exterior, contaba con una terraza que le brindaba a los turistas una excelente vista al mar, en medio de la hermosa bahía, en el segundo piso las lujosas habitaciones, donde se hospedaban los turistas. Luciano se registra y sube las escaleras de madera, al llegar al segundo piso entra a su habitación, esta era amplia con excelente piso de madera de la mejor calidad, un ventilador de bronce, una cama doble tallada, un ventanal de dos hojas que le permitía una excelente vista al camino y entrada del hotel, un baño grande de accesorios de porcelana y una tina, sin pensarlo se despoja de su ropa y se da un baño, luego se acuesta y queda profundo por el resto del día. 

La música procedente del salón de baile interrumpe su sueño aproximadamente a eso de las 9 p.m., hambriento se viste y baja al restaurante del hotel, donde come un delicioso pescado, en medio de la cena observó a una bella mujer en la barra, al terminar de cenar pide la cuenta y aborda a la mujer de nombre Samanta periodista norteamericana, conversaron un rato, se dirigieron a la terraza atraídos por la presentación de las orquestas. Luciano pidió una botella de whisky y hielo, la que consumieron durante la noche, se divirtió como nunca se había divertido en su vida, bailó al son de la orquesta cubana y de jazz que animaron la velada, departieron hasta la madrugada en medio de la alegría y licor terminaron en la playa, el exótico aroma a sal, trinitaria y mar desbordaron los sentidos de la pareja, la orilla del océano fue mudo testigo de esos amantes furtivos que haciendo un lecho en la arena, se entregaron sin recelos, sin importarles las horas, embrujados por el bello sonido de la playa azotada por el mar... cuando los primeros rayos de sol aparecieron, se dirigieron a la habitación de Luciano y casi sin despojarse de sus vestiduras y sin retirar la arena de sus cuerpos, la pareja se trenzó en un acto desesperado contra la pared de la habitación, rodaron por el piso de madera y terminaron en la cama en medio de agónicos gemidos, luego se metieron en la tina y volvieron a la cama donde se amaron toda la madrugada hasta que los repentinos rayos del sol los bañó. 

El idilio duró todo el fin de semana, Luciano y Samanta permanecieron en la habitación en medio de caricias, vino y viandas, hasta las 7 de la noche del domingo cuando Samanta tiene que alistar su equipaje para partir, su barco zarpaba a las 9 p.m. hacia Estados Unidos, su corto viaje como corresponsal del New York Time para cubrir la noticia sobre el auge comercial entre Europa y Colombia gracias a la creación del inmenso muelle, segundo más grande del mundo, había terminado.... 

Al quedar solo Luciano, triste por la partida de su amante amiga, se sienta a una mesa retirada de la terraza marina, pide una botella de whisky y la consume hasta quedar completamente embriagado, es ayudado por los meseros del hotel los que lo conducen hasta su habitación casi a rastras. Durmió aproximadamente hasta el mediodía del día siguiente, cuando su sueño se interrumpe por el ruido de fuertes motores, asustado se dirige a las ventanas y observa que estas están viejas y les hacen falta persianas, las abre para mirar el camino y nota que es una vía cubierta por un extraño material parecido al cemento por donde transitaban grandes y ruidosos vehículos destartalados, donde masivamente se transportaba la gente, extrañado, sin cambiarse ni bañarse abre la puerta de la habitación y baja por la ahora deteriorada escalera con el fin de preguntarle a alguno de los empleados del hotel, solo se encuentra con un hombre de edad quien leía un periódico, al acercarse sin mediar palabras rapa de las manos del anciano el diario y consternado ve la fecha de edición, lunes 26 de febrero del 2014, no puede creerlo, aún está fresco en su mente el recuerdo de la fecha de su llegada viernes 23 de febrero de 1920, 

Confundido sale del hotel y emprende veloz carrera en medio de la cantidad de gente que acalorada caminaba por el sector, la temperatura al mediodía era mayor a los 35 grados centígrados, el aire denso y contaminado le hacían respirar con dificultad, el ruido de los vehículos lo asustan... 
Luciano corre despavorido hacia el muelle, al llegar se asombra que de aquel coloso no queda nada, solo su cuerpo vuelto pedazos y su corazón enmohecido, ya no existía el muelle, solo sus escombros, Luciano se sienta desconsolado en un extremo de lo poco que quedó de la magna obra, hasta que el manto oscuro de la noche lo cubrió.

Durante algún tiempo Luciano fue visto por los habitantes del pueblo, con dos viejas maletas sentado día y noche en el muelle, hasta que un buen día desapareció y nadie más supo de él...

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