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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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jueves, 7 de agosto de 2014

El ensayo en La Urraka

ERA DE… ¡LO QUE NO DEBE SUCEDER!
                  Acerca del libro de Héctor Morinelli Flórez
                         
¡UN ALTO EN EL CAMINO!

Cuando un Pueblo está ávido de paz,
ha sentido el rigor de la barbarie.
Malateo Impoluto

Por: Jesús María Stapper

ANTECEDENTES (sólo rasgos):

Primero padecimos –los colombianos- (antes no teníamos este gentilicio) la tan sufrida invasión –de distinta índole y miserables formas-  de la  “Corona española”, porque España nos envió con Cristóbal Colón, por descarte, a los “elementos desahuciados”, lo lumpen de la época, lo insoportable y peligroso y criminal de esa tierra,  con pocas salvedades desde luego, que al llegar al (actual) Continente Americano, arrasaron con total sevicia y cobardía a las tribus (“latinoamericanas”) prehispánicas. Se llevaron nuestras grandes riquezas… y la Corona actual las exhibe con  vanidad y poses prepotentes de prestancia y gula, y lo hace con detestable estilo sibarita. Aquellos invasores fueron generadores de  esclavitud y venta y compra de seres humanos (de aquí y de allá)  y muerte por doquiera. Diezmadas… (casi en su totalidad) algunas tribus, hoy, sólo son vestigios de recuerdos enmarañados en el olvido… que nos abruman con indelebles pesares anclados en nuestras conciencias. A las demás razas milenarias que persisten por existir, las anularon en su libertad, en su pensamiento, en su tradición, en su “alfarería social”, en su construcción, en su contingencia natural histórica, en sus cosmogonías.  Igual sucedió con otras invasiones: Inglaterra robó su gran riqueza al continente africano y a la India (riquezas que ostentan las monarquías contemporáneas que son inútiles y miserables). Igual lo hicieron Francia y Portugal con África y con otras tierras. Así sucedió, en otros territorios, en “otros mundos”, en todas las eras (épocas)  del vergonzoso tejido histórico-social de la sangrienta epopeya humana. Colombia, que hasta entonces no lo era (por inexistencia de denominación política), aportó, en largo trance,  con ríos y montañas y llanuras  y caminos, anegados de sangre amerindia, lo suficiente para morir de una vez por todas, empero, no fue así. Nuestra tierra es más grande que la violencia y la muerte, y  sabemos que supera todo embate, aunque esa triste realidad, es nuestra gran y dolorosa y vergonzante, constante. Ante tanto padecimiento, ante tanta muerte… existe otro tanto de resurrección. Hemos trasegado, con dolor y miedo y esperanza baldía, por la “era de… ¡lo que no debe suceder!”.

ERA REPUBLICANA (sólo rasgos):

Nuestra Patria, Colombia, en su Era Republicana que supera  dos siglos de dura existencia, aparenta ante el Mundo una supuesta libertad “otorgada” desde lo político y  lo  religioso y lo económico, como generoso gesto y…  tangible “milagro”, a nuestra población diversa, a nuestras comunidades pluri-culturales y  multiétnicas… ancladas por infortunio y demás circunstancias, en el ostracismo donde habitan el atraso, la impotencia y el subdesarrollo carente de metamorfosis positiva. Pero no es cierta tal bondad y loable gestión libertaria… es una distracción deleznable… es más que un sofisma, una entelequia burda, un egoísmo sostenido –a lo colombiano-. Un País con  riquezas infinitas y de tantas índoles, y sólo para mencionar entre tantas: material e inmaterial, física no renovable y renovable,  geografías privilegiadas, topografías miles y climas todos, pisos feraces, hidrografía total, pero con tan declarada contradicción, que en su suelo -terrenal y social- tiene alto índice de corrupción, ineptitud política, miseria, hambre, ignorancia, desarraigo, exclusión, explotación, desplazamiento forzado, injusticia, violencia, no es entonces una Nación libre. Desde todos los puntos de análisis está sometido el País... entendemos que vive bajo “el amparo” degradante de su siempre pobre condición de Pueblo subalterno y subyugado… sin hablar de las injerencias foráneas.  Este no es el espejismo real de una des-identidad y de una des-nacionalidad protuberante, ésta si es una verdad estructurada e irrefutable. La des-identidad colombiana es una presencia palpable y anacrónica… tan propia y asumida como el diario vivir del Hombre colombiano acostumbrado a sufrir.

En el correspondiente recorrido histórico-patriótico-republicano colombiano, hemos vivido intransigentes malformaciones de abundantes albures en los que ha convivido con nosotros: un sino maldito y trágico, con un azote permanente de barbarie inmisericorde. Por lo menos diez millones de colombianos, de todas las condiciones, han sido asesinados en poco más de dos siglos, a la vera de los caminos… a la vera de los destinos de nuestro País.  Todos los argumentos de represión y terrorismo  saltan a la vista cuando predominan la politiquería y la corrupción a ultranza, como fuentes de poder.  Convalidar la guerra y las estúpidas confrontaciones politiqueras, es un ejercicio que se aprueba sin escarnio… mantener la violencia es una prioridad que sirve a los corruptos, a las mafias, a los traficantes de armas, y a los politiqueros hampones. Hemos carecido, por lo tanto, de política real y eficiente y responsable. Hemos carecido de planes de desarrollo. Hemos hecho estruendos ocasionales con baratos programitas de gobierno que no nacen y que no concluyen. Hemos vivido día a día en la “era de… ¡lo que no debe suceder!”. 

UN ALTO EN EL CAMINO
A vuela pluma, presupone este subtítulo, un descanso reflexivo, una confesión sincera, hallar a tiempo el oasis para limar nuestra sed, conocer el respirar pausado cuando nos llega el asombro, vivir una estación sosegada al pie de un árbol, sombrearse un poco bajo la sombrilla enramada de un cedro,  tomar de la mano a un refuerzo espiritual, moral y físico para reiniciar el camino distinto pero soñado, reivindicar lo que fuimos para entender lo que seremos, es en supuesta conclusión, el inicio de una… u otra partida.  “Un alto en el camino” de Héctor Morinelli Flórez, es un libro escrito con el más profundo y craso y puro de los sentimientos. Es un entregar del alma y del espíritu adolorido sobre el papel que soportó el peso de una desesperada y maldita contingencia… es un manual honrado que describe las incertidumbres de los avatares repentinos. Es una vivencia particular donde se reúnen, por añadidura casi sacramental,  todas las vivencias intempestivas y cuotidianas y crueles que hemos padecido la mayoría de los colombianos en este incierto transitar republicano. Página a página es un libro –real- sobre un duro acontecimiento de secuestro de varias personas ejecutado por el autodenominado Ejército Popular de Liberación (EPL), un grupo insurgente que luego, a través de los diálogos de paz,  hizo reinserción, a la vida civil. El autor padeció el secuestro, lo vivió como un estigma imborrable, y  con un dejo de pretérito desconsolado, nos lo cuenta, paso a paso,  con la sangre derramada de sus ojos  sorprendidos y tristes. Este libro es un contradictor entonces de los preceptos iníciales de “un alto en el camino”. Es decir, al leerlo, nos vamos con rumbos muy distintos a los presentidos en la sugerencia que nos ofrece el título. Nos enseña a caudales, que no debemos vivir, en “la era de… ¡lo que no debe suceder!”.

La Era Republicana colombiana, desde la política, está manchada de guerra y sangre y muerte. Son sucesivas las insulsas e innecesarias e inútiles batallas padecidas. Todas han sido causadas por la ambición desmedida de los políticos, los partidos, los emporios de riqueza y de poder  y de sus castas privilegiadas que se adueñan del País. Guerra de Centralistas y Federalistas 1812-1815. Guerra de Los Supremos 1839-1841. Seis guerras civiles. Guerra de Los Mil Días. Época de la Violencia (conflicto armado contemporáneo) iniciado en los años cincuenta del siglo XX, donde aconteció el asesinato del Caudillo del Pueblo, el liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Hasta aquí se vivió bajo la supremacía de los partidos llamados tradicionales: Conservador y Liberal, hegemónico y retrógrado, privilegiante y excluyente,  el primero, revolucionario y defectuoso, el segundo. 

La denominada Época de la Violencia se originó cuando los presidentes conservadores Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, en nombre de su partido, y la iglesia, crearon el paramilitarismo ultraderechista con La Chulavita (Policía civil) que mediante masacres y crímenes atroces, arrasaron comunidades y pueblos enteros, so-pretexto que los liberales eran ateos y por lo tanto debían morir. Así ha sido nuestra estupidez política de ignorante fanatismo. Con ello se dio inicio a la creación de los grupos subversivos que nacieron para contrarrestar al paramilitarismo conservador. Surgen las guerrillas liberales. Surgen las guerrillas de tendencia marxista y maoísta y socialista en Colombia. Aparecieron en escena Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Movimientos insurgentes de extrema izquierda. Luego, se cree que le robaron la elección presidencial al General Gustavo Rojas Pinilla y ello motivo que emergiera el Movimiento Guerrillero 19 de Abril (M19). Entran a la palestra política otros partidos políticos, como La Alianza Nacional Popular (ANAPO), corriente rojas-pinillista. Se crearon otros grupos insurgentes, entre ellos, El Ejército Popular de Liberación (EPL). A partir de los años setenta con el auge del consumo de la marihuana en Estados Unidos, emergió el narcotráfico y aparecieron en la escena beligerante, los Carteles de la Droga con su mundo mafioso de terrorismo y criminalidad al por mayor. Se crean nuevos partidos con distinta orientación política. El partido político llamado  Unión Patriótica (UP) fue exterminado totalmente… fueron asesinados más de ocho mil militantes y dirigentes. Durante mucho tiempo hemos vivido entre masacres, refriegas guerrilleras, atentados, minas anti-persona (llamadas igualmente minas quiebra-patas), y por supuesto, vivimos el flagelo del secuestro… y los crímenes selectivos. Se desempolvó el paramilitarismo ultra-derechista con las masacres de las motosierras. Así, de tal tamaño, violento e irreflexivo, es el camino trasegado por nuestra vergonzosa historia Patria. Como consecuencia, todos hemos perdido… no existe un ganador preclaro…  todo es pérdida patriótica. Ha sido así  nuestra era maldita, “la era de… ¡lo que no debe suceder!”.

“Un alto en el camino” es un libro padecido en el transcurso de sus sílabas… sílabas secuestradas en el cuerpo y en el espíritu. Se nota en él, el llanto de las palabras. En su narración sobre el secuestro múltiple sucedido en el Municipio de Cáchira,  Departamento Norte de Santander, Colombia,  año 1999,  donde fueron secuestrados:  el autor del libro Héctor Morinelli Flórez quien en ese momento era Presidente del Concejo Municipal,  Rafael Landazábal Pabón, Alcalde Municipal, Holger Cáceres Gerardino, Personero Municipal, y el Padre  Pedro León Camacho Amaya, párroco de Cáchira, quien fue asesinado durante el secuestro. Los territorios pobres y vulnerables y olvidados son los que más padecen los rigores salvajes que matan de distintas maneras. Cáchira padeció varios ataques subversivos, la destrucción de la iglesia católica de la cabecera municipal… y masacres paramilitares en el Corregimiento de La Vega perteneciente a este Municipio. Nos ofrece el texto un millón de reflexiones. La catarsis a la que nos lleva, nos dice, que las cosas históricas republicanas deben cambiar. Tenemos que erradicar por completo el cáncer que nos ha invadido con sus respectivas metástasis… el cáncer infame de la corrupción política. Nos indica que Colombia no puede seguir siendo la misma… beligerante y apesadumbrada y repleta de dolor. Cambiar violencia e injusticia por sonrisas y afectos y crecimiento mancomunado, sin dogmatismos, es lo más conveniente y necesario y dignificante y libertario… de la democracia real.  La lucha debe encaminarse hacia el exterminio de los flagelos que nos arruinan… no hacia el exterminio de nosotros mismos. Con el Libro “Un alto en el camino” de Héctor Morinelli Flórez, entendemos a la perfección que nuestra patria colombiana en su era republicana, ha permanecido en  el espacio de un tiempo perdido, de un derrotero equivocado, de “la era de… ¡lo que no debe suceder!”. Gracias Héctor por este regalo, tan sufrido por usted y su familia, y tan vital para nosotros, tanto que a través de sus páginas analizadas y repercutidas, podemos salvar las vidas de miles de colombianos de todos los pensamientos y creencias y razas y, de todas las condiciones. Debemos emprender las rutas que nos conduzcan para siempre hacia la paz sostenible y libre. Su libro bien puede contribuir a que nuestra Patria sea gigante, digna, generosa. Gracias.

Jesús María Stapper
Bogotá D. C. Colombia. Julio 9 de 2014.

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