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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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domingo, 29 de junio de 2014

Una bella descripción y un gran homenaje a una noble tierra

LA GUAJIRA 
¡MÁS GRANDE QUE UN SENTIMIENTO!

Por: Jesús María Stapper

¿Cómo fue tu sueño?
Saludo mañanero Wayuu 
La Guajira colombiana es el cálido canto de un pájaro de cuatro alas y nueve mil colores. Guajira: ¡Ave Dorada del Crepúsculo! Bordada con  hilos de virtud tribal por el buril pulido de los milenios. Eterno aletear, sideral vuelo, viaje sostenido sobre el lomo del tiempo por el guajiro de ayer y de hoy, ir permanente del hombre rudo que no claudica, que no retrocede, que no envejece (Guajiros, Macuiros, Eneales, Anates, Cuanaos, Wayunaikis, Negros, Mestizos). Guajira del Océano Atlántico verde-azul: deslizar marino… nave presente que suave se bambolea entre las divinas aguas… cajón de perlas…  manto de blanca sal… ¡Ola Caribe! Manta-Mujer multicolor extraída de la sangre viva del Arco Iris fundador del tiempo y del asombro y del calor y de la lluvia: con el sagrado semblante del Dios Juya.  Yonna circular… Chichamaya que baila. Tambor exótico que habla con sones que retumban y  estremecen. Eterna sonrisa Wayuu. Dama de melena negra, larga, tupida, sensual. Dama con piel de cactus…. con cuerpo delgado y moreno y peregrino bajo las sombrillas de las acacias. Espíritu indomable de las arenas que caprichosas, entre vendavales peregrinos,  se levantan. Viento constante de palabra vigente. Cajita larga y septentrional y canicular de América. Aurora trigueña con vientre tropical embarazada de resplandores. Caprichoso rectángulo peninsular de puntos cardinales de duna y desierto. Infinitud de las áridas llanuras que reverberan a la hora de saborear un café mezclado de nostalgia, de prodigio, y de pasión.  La Guajira es un sueño en constante ebullición… así es su vigilante mundo onírico de nacientes confines. La Guajira es la madre fundadora de los días. ¡La Guajira es más grande que un sentimiento!

Entre Valledupar y Villanueva y San Juan del Cesar de La Guajira, donde el “Departamento  Wayuu” comienza, donde la luna sanjuanera, entre balcones enamorados,  tiene fiesta propia y vestida de plenilunio, regresa para escuchar su invariable serenata de media noche con  música vallenata;  donde al atardecer, “amanece” un desierto que se puebla de cabras vagabundas de desconocidos amos, y que saltando a las escondidas, producen “friche”; donde los juglares ambulantes con acordeones derretidos y somnolientos, sueñan que son amados por los adversarios naturales del destino y del amor;  existe un millón de historias dibujadas en el ensueño, en la epopeya, en las cicatrices, en la sangre. Así, los compositores del olvido, palpan seguros, el  traje generoso y brillante de la esperanza y de la redención, pretendido con generosidad, para que otros vivan. En estas tierras nacen historias pasajeras e historias  perennes que habitan más adentro de las entrañas. Historias que esculcan los vericuetos sangrantes del pensamiento. Historias  que madrugan a caminar con el alba y van tomadas de las manos superando los augurios intrincados para llegar a la hora prometida al lugar indicado, cuando la vida de la noche empieza. 

Guajira adentro, en las arterias que  palpitan en su pecho terrenal, la bulla asiste con talante de melodía y los ojos se dinamizan y las miradas redondas se entrelazan con las lontananzas que traen nuevos alfabetos. Allí la melancolía resucita y desgrana una lágrima positiva y ferviente. Es al caminar parejo, un encuentro directo con Dibulla -la vieja marinera-, Fonseca, Distracción, Barrancas,  y Albania (la región que tiene montañas de carbón mineral para sostener caliente y en movimiento al Universo a lo largo de los  siglos que se sumarán en los almanaques del más lejano porvenir). En estos lugares, entre distancias y soledades y temperamentos al duelo de los contendores,  germina altiva la génesis de Macondo… y se vive una leyenda que jamás pasará de moda… porque es una novela inmortal, según es eviterna, la palabra suprema de García Márquez.

Riohacha la Ciudad Capital  pone un sombrero de sol sobre las melenas de los raizales y los transeúntes, Manaure  es una “Joya salada…  mantel blanco con el sabor del día” y Maicao la ciudad de los pasajeros que bajo sus brazos llevan enganchados, los “presentes” que regalarán en otras latitudes,  son “otro cuento” guajiro para narrar, un expresar con otra voz porque con especial afecto, están a la vista del buen sentir y tienen los brazos abiertos y ofrecen los puntos exactos donde se origina el Mundo que alguien había soñado visitar como un privilegio. Allí las antiguas aguas de mágicos cántaros,  vertieron sus paraísos con nuevas estirpes, porque fue entonces, cuando  las cosmogonías vernáculas y sus rituales,   aprendieron a escribir con grafito indeleble en la memoria inextinguible. En el recorrido de la “embriaguez guajira”, senderos y pueblos quedan atrás, y los vestigios guardados que obnubilan, son un escaparate grande e imborrable en los baúles de los recuerdos.  Asoman como un portento heroico las rancherías donde los indígenas le ganan toda  apuesta a los contratiempos y a las intemperies y a los ostracismos. Un pueblo extendido, sin rincones establecidos, como si fuera el oasis del milagro, aparece como una llamarada innocua, se llama Uribia, tan engalanada de tejidos… como surtida de felicidades. En Puerto López, “En la Guajira arriba, donde nace el contrabando”,   fue donde el heroico almirante Padilla de luchas varias, “barrió” a un contrabandista de nombre Tite Socarás, y lo dejó arruinado, quien “ahora se encuentra muy triste, lo ha perdido todo por contrabandear”, así, como un himno en marcha,  lo cantó el imperecedero Rafael Escalona. La carretera de polvo y enramadas deshojadas que persisten por existir, prosigue en su destino desértico con el propósito de beber de las aguas que dan las  mareas sutiles y de nadar en finas olas, allá en El Cabo de la Vela, sitio donde los embrujos llegan en manada, con  éxtasis inmaculados, así se inundan los ojos de perplejidades que las solas  palabras no describen. Sitio de chinchorros (hamacas), de gaviotas y albatros y pelícanos… donde se pernocta al aire libre… donde la vida no transcurre… porque el tiempo es el  mismo y es inamovible. La inocencia es libre como el correr de los niños Wayuu que sonrientes y pedigüeños aparecen como duendecitos disfrazados de esperanza. ¡Que tu sueño sea bueno! Les dejo con esta despedida nocturna Wayuu.

POSDATA: Este homenaje que hago a la Guajira, nace con ocasión del Encuentro Internacional de Escritores: ¡Literatura al Mar!, que dirige la docente Wayuu Delia Rosa Bolaño Ipuana junto a un selecto y diligente  y deferente  Grupo de gestores y colaboradores. Es mi reconocimiento  a una importante Región colombiana que tanto queremos pero que a veces dista demasiado de nuestras miradas y de nuestros pasos. 

Jesús María Stapper
Bogotá .D.C. Junio 25 de 2014
Colombia, Sudamérica

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