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Autor: Yemba Bissyende
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lunes, 31 de enero de 2022

Aproximación a la poesía

Conrado Alzate Valencia

“¿Qué es poesía?”, es una de las preguntas más frecuentes que me formulan los lectores. Yo suelo guardar silencio por un rato, pues este interrogante parece fácil de responder pero no lo es, porque poesía son muchas cosas. No existe una sola definición, hay varios centenares. Casi todos los escritores tienen una opinión muy personal y respetable. Al respecto, Julio Cortazar señala: “La inteligencia se maneja con aproximaciones y establece relaciones y todo funciona muy bien, pero frente a ciertas cosas la definición se vuelve verdaderamente muy difícil. Es el caso muy conocido de la poesía. ¿Quién ha podido definir la poesía hasta hoy? Nadie. Hay dos mil definiciones que vienen desde los griegos que ya se preocupaban por el problema, y Aristóteles tiene nada menos que toda una Poética para eso, pero no hay una definición de la poesía que a mí me convenza y sobre todo que convenza a un poeta. En el fondo el único que tiene razón es ese humorista español –creo- que dijo que la poesía es eso que se queda afuera cuando hemos terminado de definir la poesía: se escapa y no está dentro de la definición”. Y Jorge Luis Borges estaba convencido de que definir la poesía era diluirla en palabras. Siendo así, ¿para qué definir lo indefinible? Y si vamos a explicar lo indefinible nos tenemos que apoyar en la aguda percepción de otros.  

Muchos han dedicado parte de su vida al estudio de  este tema y han escrito tratados y artes poéticas estupendas; veamos algunos: Cayo Valerio Catulo, Friedrich Hölderlin, Friedrich Nietzsche, John Keats, Mark Strand, Rainer Maria Rilke, Aldo Pellegrini, Conde de Lautréamont, Víctor Hugo, Paul Verlaine, Antonin Artaud, Paul Éluard, Jean Cocteau, René Char, Charles Bukowski, Rober Graves, Constantino Kavafis, Gustavo Adolfo Bécquer, Amado Nervo, Luis Cardoza y Aragón, Pablo Neruda y Jorge Teillier.  

En Colombia, este asunto también ha estado en el centro de las preocupaciones literarias de Porfirio Barba Jacob, José Asunción Silva, Aurelio Arturo, Eduardo Cote Lamus, Gabriel García Márquez, Jaime Jaramillo Escobar, Nicolás Suescún, Raúl Gómez Jattin, Hernando Téllez, Darío Jaramillo Agudelo, Jaime García Mafla, Juan Gustavo Cobo Borda, Henry Luque Muñoz, Juan Manuel Roca, Omar Ortiz Forero, Gabriel Arturo Castro, Jorge Cadavid, Hernando Guerra Tovar, Juan Carlos Céspedes Acosta, Federico Díaz Granados, Danilo Cruz Vélez, Roberto Vélez Correa, Rodrigo Acevedo González, Orlando Sierra Hernández, Juan Carlos Acevedo Ramos, Carlos Héctor Trejos Reyes, entre los que ustedes seguramente agregarán. 

¿Entonces qué decir ante estas revelaciones magistrales?, qué cosa nueva podemos agregar? No sé. Lo único que sé es que algunos tesoros bibliográficos como: Sobre el origen mágico de la poesía de Walter Muschg, Una mosca en la sopa de Charles Simic, Poética del espacio de Gaston Bachelard, La poesía ignorada y olvidada de Jorge Zalamea, El arco y la lira de Octavio Paz y Filosofía y poesía de la intelectual española María Zambrano, deben ser la lámpara que ilumine las ideas de los críticos y los rapsodas.    
              
La poesía es algo que se mueve, que camina por las calles 

“La poesía es algo que se mueve, que camina por las calles…”, dice con sorprendente naturalidad Federico García Lorca. ¿Y qué es ese algo que nombra liróforo español? Ese algo, pienso yo, es un poder que llega de afuera y toca al artista, lo sacude, aviva su percepción; le da alas para que pueda entrar a otros mundos y contar con palabras humanas su experiencia. La poesía es un influjo de la naturaleza, de los arcanos o el cielo, es una fuerza dinámica y fecundante. 

Y más aún, ese algo, que es la inspiración, la intuición, la imaginación, los recuerdos o lo que sea, posee a los elegidos (tal vez a los más sensibles) y los convierte en médiums, en intérpretes o amanuenses de lo divino. En ese momento: “…un encanto misterioso e inefable, una especie de magnetismo”, se apodera de ellos. Esto es lo que se llama “duende lorquiano”. Y una vez señalados, jamás podrán escapar de ese poder que cobra con la sangre y se adorna con las perlas más hermosas que se gestan en las adversidades y las heridas de los escogidos.      

El poeta es un ser ligero, alado y sagrado

Bien, Platón creía que “…el poeta es un ser ligero, alado y sagrado”. Ligero porque es capaz de moverse con agilidad por la naturaleza, alado porque puede volar por niveles más altos de conciencia que el hombre común. El poeta es alado como los pájaros. El canto de los pájaros encierra una belleza y un misterio incomprensibles; quizás por eso lo más parecido a la poesía son los seres inocentes y alados del viento. En conclusión, los poetas son sagrados porque son tocados por la voluntad divina, porque son la voz del cielo, los labios de los dioses en la tierra. Lo anterior lo interpreta mejor Stefan Sweig en La lucha con el demonio, con estas profundísimas palabras: “Por eso el poeta, figura ungida y a un tiempo maldita surgido del mundo, pero lleno de divinidad, está colocado entre los hombres y los dioses y está llamado a contemplar lo divino para ofrecerlo a los mortales en imágenes adecuadas a la vida terrenal. El poeta procede de entre lo humano, pero sirve a la divinidad; su obra es un apostolado, una misión; escalera melodiosa por la que baja al mundo lo divino. Solamente gracias al poeta la humanidad puede vivir simbólicamente en sus tinieblas lo divino”. En otra parte de Sweig, leemos con estupefacción esta preciosa línea: “Cuando los dioses callan, hablan en su nombre los poetas, para dar forma a lo divino en lo cotidiano”.

Pero la poesía es más que lo expuesto en estos breves renglones. El bardo caldense Fernando Mejía Mejía nos ha ayudado a comprender que ella es tránsito, estremecimiento, revelación y deslumbramiento. Octavio Paz, cree que: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior”. Además es, según el Nobel de Literatura mexicano: “…tiempo, rimo perpetuamente creador”. 
De todos modos, la lengua de los dioses es sencillez, conjuro contra los males del mundo, bálsamo para curar las heridas, fuente inagotable de belleza y de misterio, un lugar sorprendente para el alma. Es  en fin, el hombre y los mundos que él sueña.

Riosucio, Caldas, enero 19 de 2022

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