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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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martes, 13 de diciembre de 2016

Ensayo: LA PAZ EN COLOMBIA COMO UNA VICTORIA


“Cuando un Pueblo está ávido de paz
ha sentido sobre su espíritu y su sangre y su sombra,
el rigor de la barbarie”

Malateo Impoluto

LA PAZ EN COLOMBIA COMO UNA VICTORIA

Por: Jesús María Stapper

CERCANIA  Y DISTANCIA
Estás tan cerca... y tan distante... de mí
Como cerca y distante está la utopía de la paz... Mundial

                                                                      
Sospechoso poema  –que no es poema por carecer de hálitos             
poéticos- escrito ante la violencia que nos derrumba  y nos masacra

VAGOS ANTECEDENTES SECULARES
A lo largo de los cinco siglos últimos Colombia ha estado marcada en su frente sangrante por un sino trágico: EL RIGOR DE LA BARBARIE: estigma maldito, karma y suplicio alimentado desde la injusticia, la ignorancia, la miseria, la exclusión y la esclavitud del Pueblo.

La llegada invasora y destructiva y sangrienta de los españoles (a-cometida por lo lumpen de la sociedad que nos enviaron -por desahucio moral- en su momento desde la península europea) dio inició al saqueo a ultranza de toda riqueza indoamericana (hispanoamericana) aplicada desde el darwinismo étnico-social, cultural, religioso, económico, político. Riqueza que hoy ostenta con alarde la monarquía española. (Igual sucede con otras monarquías  tras el hurto de las riquezas de la India y  de África, por ejemplo). En el cono sur de América hubo más corrientes de sangre indígena en los senderos que aporte constructivo español. En ello la causa... y la consecuencia... de lo mucho que padecemos.

COLOMBIA: ERA REPUBLICANA
Con la gesta emancipadora iniciada por Galán y sus Comuneros, por Bolívar y su Gente, tras una presunta libertad –lograda-, pero más presunta independencia del yugo español y de los yugos foráneos -en el porvenir-, se dio inicio al “concepto república”, a la esperanza de un territorio  por ¡ser nación libre y soberana! Entre ilusiones y defectos nació Colombia. Hoy es un país con más de dos siglos de fracaso político continuo orientado desde el terror y la injusticia con base en la “política dominante” de las castas conservadoras y liberales (en el presente sub-ramificadas en otros grupos que son un resultado de lo mismo... para lo mismo) que  han sido obsoletas, inútiles y corruptas. No es así la honradez y el empuje laborioso y la infinita creatividad del Pueblo colombiano que “se hermana” cuando es ajeno de las contiendas electorales o de las “protuberancias” religiosas. En todo sentido, Colombia es el país más rico del mundo. No obstante el continuo prurito politiquero: Colombia es un país pobre. Este es el miserable  eco de La Gran Falacia: un manifiesto de mentira. Los políticos colombianos en su mayoría, salvo muy contadas excepciones, roban de manera constante al país. En cada periodo gubernamental  hurtan dinero por toneladas. Mientras tanto el pueblo-país se hunde en el abandono, el atraso, el desarraigo, la impotencia. Para hacer lo que hacen, para justificar la corrupción y la ignominia a lo largo de nuestra era, los regímenes  han utilizado dos estrategias elementales y miserables sea como sofisma... fuere como entelequia. La primera es: no sacar al Pueblo de la ignorancia, mantenerlo inculto, no educado-preparado, para diezmarlo en su discernimiento, creando entre la gente: odio social desde la  “consciencia de enemigo político o religioso” fuere desde lo local o lo nacional, con exterminio entre  comunidades, manteniendo viva la guerra... y la muerte. Por causas político-religiosas en nuestra era republicana,  van varios millones de muertos, donde el noventa y nueve por ciento de los cadáveres los ha aportado la gente humilde. Ni hablar, por vergüenza, de los métodos violentos utilizados. La segunda estrategia es: “Yo: régimen politiquero colombiano que domino como amo y señor: mientras divido  a sangre y fuego a la sociedad menesterosa, encuentro mecanismos expeditos y corruptos para de  manera deleznable robar al País mientras asesino –de múltiples formas- a los colombianos postrados y mendicantes. Ahí está el resultado: Colombia, la rica, la poderosa, ocupa el tercer lugar entre los países del mundo en pobreza y desarraigo social con  sus respectivas consecuencias. En esto sólo superamos a Haití  (el país más pobre de la tierra) y a Angola. No hablo acá de credo político, o sistema económico en particular, sino de posibilidad de crecimiento y riqueza, puesto que con dirigencia inteligente y capaz y honrada tendríamos que ser la primera potencia del mundo, superando calidades sociales y de conocimiento como las de Alemania (mi ancestral     Nación), Suecia, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, por ejemplo. Somos los primeros, si, en ostentar: gamonalismos. Vivimos necesitados desde la aldea, lo regional,   hasta la República de “torpes, incultos y ordinarios mesías”. Nuestro País suramericano es más rico que cualquiera de los países mencionados. Sólo unos cuántos crecen. No he visto la primera propuesta que haga conversión total del país pobre que nos enseñan hacia la cumbre de la armonía y del desarrollo  real de todos los colombianos. 

LA PATRIA TRISTE QUE NOS CORRESPONDIÓ
Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, pero con pesar, que los colombianos   de siempre, nacimos en una Patria injusta y sangrienta... virulenta. Padecemos una violencia sin tregua. Inicialmente con el terrorismo conservador-liberal tan sanguinario. Al que hoy se suman otros actores macabros: Narcotráfico. Guerrillas. Paramilitares.  Terrorismo narcotraficante de extrema derecha anclado en los gobiernos ineptos y en el Estado inservible. Terrorismo de extrema  izquierda con iguales pretensiones. Nacimiento de otros sectores políticos con los mismos defectos de los partidos precedentes. Aparecen sectas religiosas que pululan más que las escuelas. Medios de Comunicación pervertidos. Los intereses particulares de manera vil crecen y la Patria agoniza. Lo mezquino se convierte en lo perfecto. No nos conmueven ni el hambre  de los niños ni la muerte masiva de los vecinos... de los compatriotas. Somos “entes ajenos” ante la flagrante corrupción: no le exijo honestidad  y capacidad y brillantez al político –gamonal- por el cual voto, pero si lo defiendo como un “capo indefenso” en sus artimañas peligrosas.  Las últimas décadas con miles y miles de cadáveres, asesinados  a la vera del destino, son el muestrario vergonzoso de nuestros males. Por nuestros ojos han bajado sangrantes y muertos muchos conocidos... familiares, amigos, en síntesis: muchos  colombianos “de los unos y de los otros”. Y el Pueblo estoico, tan abnegado y laborioso, pero por hipnopedia creado “siempre enemigo entre sí”, pobre Pueblo que es tan pobre,  permanece incólume, trabajando honrado y  vive con su sacrificio aportando grandeza y riqueza al País que sólo unos pocos “privilegiados” usufructúan.
 
CONVOCO A INHALAR  LOS AROMAS DE LA PAZ
Ante los flagelos que nos agobian, ante la incompetencia política y económica por resolverlos (gobierno-estado-sociedad),  nos surge una pregunta, allende lo político, allende lo religioso, allende toda diferencia étnica, social o cultural: ¿Será la misma Patria triste y sangrienta la que dejaremos a los niños nuevos, a las generaciones venideras? ¿Seremos incapaces de resolver nuestros problemas? ¿Los ríos de sangre sobre los senderos de la Patria continuarán? ¿Qué tan mediocres somos quienes pertenecemos por circunstancias existenciales a la sociedad contemporánea testigo de la infamia? ¿Cuáles son las razones válidas para que haya guerra en Colombia? ¿Cuáles son las ganancias reales que nos ha dejado la violencia secular? ¿Serán vanos todos los esfuerzos que se realicen en pro de la paz para corresponder como unos tontos al interés mezquino y electoral y económico de unos pocos? Más preguntas hay, estoy seguro,  en el corazón de cada colombiano.

Por fortuna la esperanza  de la paz en nuestra tierra colombiana no se desvanece todavía. Son innumerables las personas, entidades, organizaciones,  sectores, regiones, ajenos a los gobiernos y los sectores políticos que  dedican  recursos, tiempo y esfuerzos por lograrla a través del consenso,  la dialéctica,  la solidaridad.  No lo hacen desde las futuras cárceles y los nuevos cementerios, no desde la represión estatal, no desde las armas del poder o desde las armas de sus contradictores. La violencia en un país de riqueza inconmensurable sólo tiene un generador de oficio: la corrupción política. Esa, esa... además de la pobreza y la ignorancia y la exclusión, son las enemigas que debemos  derrotar pronto. La paz aún con todos sus defectos, que se pueden corregir con el tiempo y los hechos, es superior a toda guerra. Tenemos que aprender a vivir de otra manera. Más elevada. Con mayor plenitud. No ignoremos ninguna ocasión de paz. Quiero que mis contradictores políticos o religiosos (soy ateo) o lo que fuere, sean mis grandes amigos. Lo han sido. Lo son. Lo serán.  Convoco al PUEBLO COLOMBIANO a pretender una paz real más allá de toda política... de toda religión. Vivimos hoy el momento de empezar. Si no lo hacemos, con seguridad la guerra nos sorprende a nosotros o a uno de los nuestros o a cualquiera de “los otros” que sufrirán tanto como yo, como usted... como todos. Podemos regalarnos cuanto antes la paz como una victoria colombiana.

Bogotá D.C. Diciembre 2 de 2016
Colombia - Sudamérica

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