Marina Kohon: “No se vuelve de la misma forma de los poemas que nos impactan”
Por Rolando
Revagliatti
Marina Kohon
nació el 8 de junio de 1965 en la ciudad de Mar del
Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Reside en la misma provincia, en
la ciudad de Bahía Blanca. Es profesora de inglés. Se perfeccionó en
Alexandria, Virginia y en San Diego State University, California, Estados
Unidos. Dirige un instituto de enseñanza de idioma inglés donde también prepara
alumnos para rendir exámenes internacionales. Como traductora de poesía
colabora con los blogs Otra Iglesia es Imposible, La Biblioteca de Marcelo
Leites y El Poeta Ocasional. Administra Ogham: Arte Celta Irlandés,
Traducciones y Otros Hallazgos: http://oghamirlanda.blogspot.com.ar - Fue invitada al Festival de las Letras de Rosario en 2011 y 2012, al Festival Internacional de Poesía
de San Nicolás 2011, a la gira con poetas galeses “Forgetting Chatwin” en 2013,
a Diálogo de Provincias en el marco de
la 41º Feria Internacional del Libro de Buenos
Aires 2015 y a la Feria Internacional del Libro de La Habana 2016. Publicó los
poemarios: “La ruta del marfil”,
Alción Editora, 2012, y “Banshee”,
Hemisferio Derecho Ediciones, 2013, así como la plaqueta “De la chacra al cielo”,
Colectivo Semilla, 2014.
Confluencia es un departamento en la provincia de Neuquén. El río Limay es un curso de agua que sumando afluentes se encuentra con el río Neuquén. En Neuquén has crecido. Y un poema tuyo lleva por título “La chacra en Confluencia”.
Tuve una infancia privilegiada por el
lugar en el que me tocó crecer. Era una chacra de frutales, todo un entorno
mágico, y aunque bastante solitario, ya que eran pocas las personas que
recibíamos, no me pesaba porque aprendí a disfrutar los juegos con las plantas,
con el paisaje, en la hamaca, explorando el entorno. Y el poema que nombrás es
el que más representa esos años, los de la primera infancia, porque habla del
lugar, del río, de las excursiones hasta tocar el agua transparente, el lecho
de piedras, todo era parte de una experiencia que rozaba lo místico. De lo que
se veía y de lo que permanecía oculto. La visión de la nena que recién cuando
se transforma en adulta puede mirar en la distancia y comprender:
La chacra en
Confluencia
La casa rodeada
por el camino de piedras,
piedras que chasqueaban
anunciando unas pocas
llegadas y partidas.
Un balcón estirándose
hasta tocar el Limay,
de telón barda rebelde,
un jardín,
la chacra era un jardín, toda
un pino
artífice de los rituales de navidad,
una farola-partenaire de danzas.
Una calesita y una hamaca.
Más allá
la acequia,
las ranas
besándose en la orilla,
el bajo
(sacrílegos los pasos
que osaban internarse)
los rayos de sol
filtrándose en ocres
entre las hojas caídas.
Una mesa de troncos,
un banco,
lugar de reunión de los peones.
Después, los frutales y las vides.
Por encima, el ojo de una nena
comprendiendo la abstracción de lo lejano.
¿En qué consistió el Club de Lectura
Irlandesa que coordinaste entre 2010 y 2013?
Nació de la necesidad de
compartir mis lecturas y búsquedas de autores irlandeses con otras personas. En
esa época integraba la Comisión de la Asociación Argentino Irlandesa en Bahía
Blanca, y se nos ocurrió durante una reunión organizar un Club de Lectura para
acercar la riqueza de la literatura irlandesa a los miembros que estuvieran
interesados; luego se abrió a la comunidad toda, mediante avisos que publiqué en facebook y afiches que dejé en el
pub irlandés en el que nos reuníamos. Fue una experiencia muy positiva
ya que quienes concurrían leían, participaban, aportaban sus opiniones y críticas
también.
Se impone que te pregunte de dónde procede
tu acendrado interés por la cultura irlandesa, galesa, escocesa… Imagino,
además, que habrás visitado Irlanda.
¿Cuáles serían en tu ranking los diez
poetas irlandeses, de todos los tiempos, fundamentales, y los cinco
contemporáneos que más te atraen?
Yeats, Yeats, Yeats, por sobre todos. Y luego Seamus Heaney, Patrick
Kavanagh, Austin Clarke, Eiléan Ni Chuilleanáin, Eamon Grennan, Ciaran Carson,
Thomas Moore, Eavan Boland, Paul Muldoon, Peter Sirr, Moya Canon, Paula Meehan,
Macdara Woods, Nuala Ni Dhomhnaill, sólo por nombrar poetas que me gusta leer.
Varios de ellos son contemporáneos. Y nombraré cinco poetas jóvenes que me
parecen muy promisorios: Caitriona O’Reilly, Stephen Connolly, Noel Duffy, Medbh
Mc Guckian, Ciaran Berry.
¿Podrías trasmitirnos cuánto y cómo te involucra, atrae o
fascina, en tanto especialista, el alfabeto Ogham, la escritura oghamica?
Robert Graves
creía que el poema gaélico que describe la famosa batalla de Cad Goddeu o la
Batalla de los Árboles, que forma parte del libro de Taliesin, contenía
secretos de una religión matriarcal celta más antigua que fue censurada por las
autoridades cristianas. Graves sugería que la batalla quizá no fue física sino
ideológica e intelectual y otros investigadores como Francesco Bennozo,
sostienen que el poema representa los antiguos miedos del hombre hacia el
bosque y sus poderes mágicos. Es un alfabeto fascinante, del cual a ciencia
cierta, sabemos poco.
¿Prevés algún volumen que reúna
traducciones tuyas al castellano?
Estoy trabajando en tres
proyectos: uno que publicará Sirga Ediciones en su Colección Perro en Bote, “Siete sonetos para una muerta” de
Marguerite Yourcenar,
traducciones del
francés al castellano, y en dos más, del inglés al castellano, que
prefiero mantener en secreto para que sean una sorpresa.
Tu segundo poemario está conformado
por textos inspirados en leyendas celtas. ¿Qué rasgos predominan en las
leyendas celtas, en general, y cuáles en tus poemas sobre las leyendas
elegidas?
Lo mágico sin ninguna duda, que
es un rasgo que me atrae, y en mi poemario, además, los temas como la necesidad, el hambre y la
lucha por la independencia del pueblo irlandés.
¿Será en el curso de este año que
aparecerá tu tercer poemario?
Espero que sí, aunque aún estoy
definiendo algunos detalles. Hasta ahora no he pagado para editar mis libros,
lo cual hace que la publicación sea un hecho que tiene mucho de fortuito, como
se dice en inglés, publico “once in a
blue moon”, muy de vez en cuando. De hecho, mi primer poemario apareció a
partir de una beca del Fondo de las Artes de Bahía Blanca, y el segundo por una
editorial independiente de mi ciudad, la misma por la que daré a conocer el
tercero.
¿Te referirías a tu tiempo libre?
Tengo múltiples intereses y no mucho tiempo libre que trato de
distribuir de la mejor manera. En ese abanico cultivo un jardín de rosas,
jazmines y frutales porque necesito mantener la conexión con la tierra que tuve
en mi infancia. Vivir al compás del milagro de los ciclos me ayuda a comprender
el mundo. Y además porque como decía Cicerón: “Si tienes una biblioteca y
un jardín, lo tienes todo.” Son tareas complementarias, la
primera requiere esfuerzo intelectual, la segunda físico, y ambas son pródigas
en satisfacciones.
Estás casi recién llegada de La
Habana.
Sí, fue una experiencia que me
enseñó muchísimo y que aún estoy procesando porque me impactó el pueblo cubano
y su grandeza, su generosidad y optimismo. Y el paisaje. Es simplemente
maravilloso, es como en esas fotos que una piensa que son irreales porque están
“photoshopeadas”. El festival tuvo lugar entre el 11 y el 21 de febrero de este
año, así que recién volví a Argentina a fin de ese mes. Traté de vivir entre ellos
no como turista, sino compartiendo algunas de sus costumbres. Me alojé en una
casa de familia, iba al mercado a hacer las compras para cocinar, tomé “la
guagua” (colectivo), “la máquina” (taxi compartido). Un día fui a hacer cola a
la empresa de comunicaciones para comprar una tarjeta de internet. Después de
treinta y cinco minutos de esperar, por fin era mi turno. Un par de hombres se
acercaron y me dijeron que estaban ellos antes que yo. ¿Cómo era eso posible?
Porque en Cuba hacer la fila no tiene ningún valor, se canta el último, ellos
habían cantado el último y se habían ido a sentar. Hubo una discusión que para mi gusto lindaba con lo
enardecido, en la que argumenté que si todos nos íbamos a sentar era imposible
mantener el lugar. Y pasaron los hombres primero porque mis argumentos no
hicieron mella. Pero al salir saludaron con amabilidad. Me di cuenta que se
discutía “a lo cubano”, acaloradamente, pero que a los cinco minutos ya nadie
se acordaba del entredicho.
La otra gran
experiencia fue la Feria del Libro, donde tuve la oportunidad de conocer a
varios escritores, compartir charlas y lecturas. Pero también volví con la
sensación de haberme perdido bastante, porque la feria es enorme y está muy
atomizada. Hay eventos simultáneos en los distintos extremos geográficos de la
ciudad, por lo que es imposible aprovechar todo lo que ofrece.
¿Tenés algún verso “que te persiga”?...
No, no
tengo un verso que me persiga, sí corrijo mucho, y eso tiene como contrapartida
que le quita espontaneidad a la escritura. Como dijo Baldomero
Fernández Moreno: “El poeta, como el cazador pobre, a lo que
salga” y después a trabajarlo, trabajarlo.
¿Cómo te llevás con “las utopías”?
Una
parte de mí sigue creyendo en las utopías como una forma de aspiración a la
trascendencia del ser humano. La otra parte convive con las desilusiones
cotidianas.
¿Acordarías con el poeta, y como vos, también traductor, Esteban Moore,
en que de las corrientes poéticas del siglo XX, las más interesantes son “el imaginismo y las vertientes coloquiales”?
A eso le
agregaría el surrealismo; la asociación libre de las imágenes, la exploración
del mundo de los sueños; las conexiones con la religión y la mitología
aportaron mucho vuelo a la poesía, y una mirada hasta ese momento única.
¿La humildad conduce a alguna parte?...
No sé si
a alguna parte. Tampoco veo a la humildad como virtud; preferiría tener una
visión de mí misma que condiga con la realidad, que prevaleciera en mí el
sentido común.
¿Qué narradores irlandeses considerás excelentes? ¿Y en cuanto a la
música?
Me gustan
mucho John Banville, Claire Keegan, Iris Murdoch, Colm Tóibín, y por supuesto
los enormes Jonathan Swift, George Bernard Shaw, Samuel Beckett, James Joyce y
Oscar Wilde. Es
increíble que un país de sólo 84.000 kilómetros cuadrados pueda generar
literatura tan rica y variada; quizá la raíz se encuentre en la batalla idiomática
que el país tuvo que enfrentar. Con respecto a la música, tiene bandas
emblemáticas como U2, The Cranberries, The Dubliners, The Corrs, Lúnasa, The
Pogues, Clannad, The Chiftains; cantantes como Enya, Sinead O’Connor, Van
Morrison, Bob Geldof, Rory Gallagher, por nombrar algunos. El arte prospera en
Irlanda.
En un breve texto titulado “La lengua materna”, Roland Barthes afirma: “…pesimismo constante respecto a las
traducciones, desasosiego ante las preguntas de los traductores que con tanta
frecuencia parecen ignorar lo que yo considero el sentido mismo de una palabra:
la connotación.” ¿Qué te promueven estas líneas?
Traducir para mí es una experiencia más
ligada al placer que a la insatisfacción o al desasosiego. Es cierto que en
algunos poemas el traductor se encuentra con imposibilidades, como la de
traducir palabras con “double meanings”, significados dobles que sólo se
presentan en el idioma original y fuerzan al traductor a elegir un camino y
sólo uno, perdiendo una de las representaciones y por ende una connotación de
la línea o poema. Pero una buena traducción, aunque debiera tener como meta la
perfección, nunca podrá alcanzarla. No obstante, el traductor oficia como
puente en la Babel de los idiomas, como nexo entre culturas, lo que hace que el
mero intento de acercarse a la excelencia anhelada tenga valor en sí mismo.
Consta
en tu presentación una gira denominada “Forgetting Chatwin”. (¿Cuál sería su
traducción en castellano?)
Martin Opitz von Borerfeld (1597-1639) definió así a “la tragedia”: “Golpes mortales, desesperaciones,
infanticidios y parricidios, el fuego, el incesto, la guerra, las
insurrecciones, el gemir, el aullar y el suspirar.” ¿Falta algo…?
La
traición y la mentira contrapuestos, por supuesto, al amor, la lealtad y la
verdad. En la tragedia siempre hay un héroe o heroína.
“Baladronada”, “crecida”, “homofonía”, “vilipendio”, “esquirla”, ¿a
dónde te conducen?...
Baladronada y vilipendio, quizá a
alguna lectura del siglo XIX para atrás. A esquirla y crecida podría
encontrarlas en cualquier poema actual. A homofonía no me la imagino en un poema. Hay palabras
que me remiten a otras épocas, expresiones que encuentro en desuso. Es una
contradicción para los escritores, porque en general nos dejamos atrapar por el
halo misterioso de las palabras, son límites entonces muy personales, muy
tenues.
¿Cómo te caen los grafitis, qué te producen?
Me
encantan los grafitis, me sorprenden, son una forma de que la gente se adueñe
del espacio público. Algunos son muy ocurrentes, sumamente creativos. Hay un
poeta español, que se hace llamar Neorrabioso, que hace grafitis en las calles
de Madrid con versos de poetas. Hace un tiempo tuve en mi muro de una red
social el siguiente que es de su autoría:
Liberqué
Igualiquién
Fraternicuándo
Me
parece genial. También admiro al gran Bansky, el artista inglés que usa además
varias técnicas, entre ellas el estarcido de figuras y las artes plásticas en
general. Sus mensajes siempre tienen críticas al sistema, como: “Disculpe,
el estilo de vida que usted ha encargado no está disponible en este momento.”
Es la forma que tiene también la
gente común para expresarse, los que no tienen acceso a otros medios. Además me
divierte ir caminando y encontrarme con estas frases y/o dibujos. Le ponen
color a las poblaciones.
¿Acordás con que “…todo poeta
tiene su biblioteca secreta”, tal como sostiene Santiago Espel en su “Notas sobre poesía”?
¡Absolutamente!
Yo la tengo y por nada del mundo la revelaría.
¿Cómo
se fueron definiendo tus ideas respecto de la poesía?
Con las lecturas, indudablemente. Mucho más
que con los recitales de poesía, en los que quizá no preste tanta atención a
las palabras sino a la forma de decir, los gestos, los tonos de voz. Es
definitivamente el encuentro a solas con el poema escrito el que me da la
oportunidad de volver, releer, y en oportunidades, sentirme trascendida,
modificada por la lectura. No se vuelve de la misma forma de los poemas que nos
impactan.
*
Entrevista realizada a través del correo
electrónico: en las ciudades de Bahía Blanca y Buenos Aires, distantes entre sí
unos 600 kilómetros, Marina Kohon y Rolando Revagliatti, 22 de abril de 2014.
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