La fragua y el perfil
¡Carretera hecha a mano!
¡Carretera hecha a mano!
Por Claudio Anaya
El siglo es un tahúr embriagado que juega al póker
tiene cien años de derrotas empeñadas en el casino.
Jesús María Stapper
Cuando en 1992 Juan Carlos Botero publicó Las semillas del tiempo, libro de textos cortos, hacia el final de esta obra incluyó su tesis de grado en la cual retoma un género extraña y reiteradamente olvidado o desechado por los editores, que son quienes en gran medida deciden qué leen los diferentes públicos. Recuerdo a grandes rasgos, que en la mencionada tesis titulada: El epífano, una alternativa en prosa, comenta sobre una selección de textos cortos de Ernest Hemingway, escritos en los años veinte del siglo pasado, que no podían clasificarse dentro de ninguno de los géneros conocidos hasta entonces, pero que eran en sí mismos, que podían percibirse en sí mismos como unidades estilísticas consolidadas, a los cuales Juan Carlos Botero terminó designando como epífanos; en palabras suyas: “No era un cuento, sino una especie de relato breve, conciso y apretado, sorprendentemente cargado de identidad a pesar de su tamaño, y al ser leído, parecía rebosar en la mente, generando un efecto estético singular”.
El siglo es un tahúr embriagado que juega al póker
tiene cien años de derrotas empeñadas en el casino.
Jesús María Stapper
Cuando en 1992 Juan Carlos Botero publicó Las semillas del tiempo, libro de textos cortos, hacia el final de esta obra incluyó su tesis de grado en la cual retoma un género extraña y reiteradamente olvidado o desechado por los editores, que son quienes en gran medida deciden qué leen los diferentes públicos. Recuerdo a grandes rasgos, que en la mencionada tesis titulada: El epífano, una alternativa en prosa, comenta sobre una selección de textos cortos de Ernest Hemingway, escritos en los años veinte del siglo pasado, que no podían clasificarse dentro de ninguno de los géneros conocidos hasta entonces, pero que eran en sí mismos, que podían percibirse en sí mismos como unidades estilísticas consolidadas, a los cuales Juan Carlos Botero terminó designando como epífanos; en palabras suyas: “No era un cuento, sino una especie de relato breve, conciso y apretado, sorprendentemente cargado de identidad a pesar de su tamaño, y al ser leído, parecía rebosar en la mente, generando un efecto estético singular”.
Hay una tradición, habrá una tradición establecida pero no muy conocida, de la experimentación literaria, (las obras consideradas menores, los libros raros) conformada por muchos escritores a lo largo del tiempo, recordemos a grandes saltos los cuadernos de apuntes de Nathaniel Hawthorne, las narraciones breves de Franz Kafka, los textos poéticos o los poemas prosaicos de José Antonio Ramos Sucre, los poemas en prosa de Cesar Vallejo y con seguridad una extensa lista de obras que han quedado o se observan hoy en día como bocetos, como ejercicios o apuntes curiosos, los cuales como ya lo mencionamos, no han llamado la atención de los editores del Siglo XX, más interesados en la experimentación de la novela y en los llamados Best sellers, que en correr riesgos de mercadeo, pero aun así, este impreciso pero interesante género determinado por Hemingway como bocetos, que no son otra cosa que los apuntes que destila el autor como producto de su permanente y por lo tanto agudo proceso de observación de la vida, permanece, sobrevive en el talante de algunos escritores y me atrevo decir que la intensidad de la carga poética puede llegar a perfilar un cierto sesgo de género, sin llegar a dibujarlo en totalidad, como es el caso de Carretera hecha a mano, de Jesús María Stapper, que es un libro de textos cortos de género impreciso, con un intenso lenguaje poético y concebidos en la misma fragua matriz de la imagen inusitada, que por inusitada muchas veces se torna filosófica o surreal.
Por otra parte, creo en la idea de que la poesía no es un género sino una esencia o actitud ante la vida y la cultura; cosa que no es nueva ni mía pero que siempre tengo presente. Quizá sea la poesía un éter o una sustancia común a todos los géneros como el poema, el cuento, la novela e inclusive el ensayo, y posiblemente otros géneros literarios que en algunos casos participan de esa atmósfera profunda o elevadamente espiritual porque son escritos o contados por seres humanos en los cuales se ha decantado esa sensibilidad que es una forma de ver y sentir la vida. Precisamente por esto, el halo de lo poético no sólo trasciende el ámbito de lo literario y las demás formas de expresión artística como la música, la escultura, el teatro, el cine, la pintura e inclusive la arquitectura, sino muchas otras formas de expresión cultural que no son artísticas. Lo poético sólo se da en el infinito ámbito de lo humano, multánime y cambiante.
Una revisión a la historia nos habla de los drásticos cambios en las sociedades y con ellos sus formas de expresar la belleza y dejar testimonio. Cada época o sociedad ha tenido sus géneros predilectos. Hoy en día, quizá como consecuencia del gran desarrollo de la tecnología y de los medios de comunicación, vemos que el límite entre los géneros tiende a borrarse, posibilitando una extensa gama de formas de expresión, muchas veces híbridos y experimentaciones, que no por ello en principio, carecen de la ambición de lo poético o de la posibilidad de su realización en el hecho estético.
Carretera hecha a mano se constituye por historias que sugieren por contraste, sugieren porque el autor le da medio giro de tuerca a la sintaxis; son epífanos o bocetos por su indiscutible talante enunciativo antes que poético o narrativo; de lo poético participa por la imagen, de lo narrativo participa por un rotundo relato implícito detrás y después de cada imagen.
Los textos de Carretera hecha a mano son imágenes que encierran una atmósfera y un ámbito muy singulares, son textos que pintan un paisaje particular y que encapsulan una historia, un personaje, un relato, pero por medio de un lenguaje sumamente condensado, comprimido elevado a la imagen o al feliz empalme secuencial de dos o tres imágenes que establecen esa historia tácita u oculta en cada uno de los textos, sólo visible a través de un lenguaje con alto índice de poesía y que explora la capacidad de la conciencia humana de transmutarse en sendero, en bosque, en camello, en dios, en lápiz, en insecto, en objeto, en fin, en la infinidad de posibilidades que nos presenta la vida, y que precisamente por esto, en esta cualidad de ser varia, radica la quintaesencia de su encanto.
La arboleda susurra mil secretos y envía un rumor extraño
El venado salta cuando presiente la estampida del asombro.
Jesús María Stapper
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