El escarabajo azul
Por Waldo Alfonso León Cabanillas
Un automóvil con forma de escarabajo azul, se estaciona frente al atrio de la iglesia de La Recoleta. Tenía el motor ardiendo, los guardafangos atollados en lodo y ambos parabrisas salpicados de aguas turbias. El hombre que lo conduce apaga la máquina, empina el rostro, cierra los ojos, agradece a Dios por la dura jornada y suspira una profunda fatiga.
Mientras seca la traspiración de muchos kilómetros en ruta calurosa, ve que de la enorme puerta de la nave principal del templo se acerca uno de los tantos jóvenes estudiantes a los que refugia entre aquellos muros centenarios. Aquél lo mira y se aproxima lentamente.
- ¡Buenas tardes padre Luis...!
- Buenas, hermano Herbert... cansadísimo del viaje...
- Malas noticias padre Luis... anoche han roto los mamparos y se robaron todas la joyas de San Sebastián...
- ¡Buenas tardes padre Luis...!
- Buenas, hermano Herbert... cansadísimo del viaje...
- Malas noticias padre Luis... anoche han roto los mamparos y se robaron todas la joyas de San Sebastián...
El cura continúa quitando el sudor en la ceniza de sus sienes con un pañuelo percudido y algo desdeñado mira de perfil al ingrato informante... no dice nada...
- ¡Padre!...le digo que han robado todas las joyas de San Sebastián...
- ¿Qué vamos a hacer hermano Herbert?... así es la necesidad -dijo el extenuado sacerdote al tiempo de guardar su pañuelo en el bolsillo derecho de su saco gris martirizado.
- ¡Padre!...le digo que han robado todas las joyas de San Sebastián...
- ¿Qué vamos a hacer hermano Herbert?... así es la necesidad -dijo el extenuado sacerdote al tiempo de guardar su pañuelo en el bolsillo derecho de su saco gris martirizado.
- ¡El motor de su carro está ardiendo!... ¿de dónde viene, padre? -dijo el muchacho cambiando abruptamente el tema y pone la palma de una de sus manos sobre el capot delantero del vehículo. El padre lo miró, suspiró y dijo:
- Lejos hermanito... ciento veinte kilómetros de cuesta…
- Estos escarabajos alemanes son buenazos, padre... ya no vienen así, ahora los fabrican en México…
- Volkswagen... buen carro, hermano... ¡ah!... ¡qué calor que hacía en ese pueblo...! esto me pasa por cojudo!... ¿acaso no tienen cura allá?...
-Es que en todas partes lo quieren, padre Luis...
-Hermano Herbert... hay que asegurar bien la urna de la Virgen Dolorosa... no sea que también le roben sus joyas…y son de oro puro hermanito – comentó el padre antes de abrir la portezuela del coche.
-Ya lo aseguré esta mañana, padre... no se preocupe - respondió el hermano Herberth.
El cura tomó un pequeño maletín, bajó del escarabajo azul y se dirigió a la vieja iglesia, su hogar. El muchacho se quedó mirándolo desde la calle mientras aquél desaparecía por un costado de la nave principal, camino a la sacristía, y más al fondo, sus habitaciones.
Luego de verlo desaparecer, bajó apurado por varias calles que tenían las aceras y el pavimento agrietados por la humedad y la hierba, pasó por el horno viejo del Jirón Ayacucho y enfiló la calle metiendo las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta. Minutos después volvió el rostro hacia las torres del campanario de la iglesia antes de meterse por el callejón de una estrecha y sucia quinta, hasta llegar a la puerta de un cuartucho destartalado que estaba al final del predio. Tenía a los costados dos ridículas ventanillas que le daban la apariencia de una pocilga improvisada. Después de tocar la plancha de triplay contra placada que hacía de puerta, abrió otro sujeto. El tipo era un poco más maduro, algo bajo, grueso y con un delineado bigote sobre sus labios. El muchacho pronunció un monosílabo como saludo, entró, se quitó la chaqueta, y tomando una revista deportiva se sentó en un banco que había junto a una mesita circular lleno de trastos sucios y residuos de café con migas de pan.
-¡Dime!... ¿qué fue? –preguntó el sujeto.
-Todo bacán bigotes... – respondió el muchacho con suavidad.
-¿Qué dijo el cura…?
-Más o menos dijo que… “El que se ha robado las joyas las necesita más que San Sebastián...”
-¡No te creo, huevón!...
- Jajajajaja… sí, se quedó tranquilito... no pondrá denuncia.
- Jajajajaja... entonces...!todo Ok!... podemos pasar al plan número dos…
- Claro... esto ha sido como un ensayo, un juego... ahora viene lo serio...¡las joyas de la dolorosa!...
- La suerte está con nosotros, lo verás... el próximo domingo estaremos llenos de oro puro.
-¡Dime!... ¿qué fue? –preguntó el sujeto.
-Todo bacán bigotes... – respondió el muchacho con suavidad.
-¿Qué dijo el cura…?
-Más o menos dijo que… “El que se ha robado las joyas las necesita más que San Sebastián...”
-¡No te creo, huevón!...
- Jajajajaja… sí, se quedó tranquilito... no pondrá denuncia.
- Jajajajaja... entonces...!todo Ok!... podemos pasar al plan número dos…
- Claro... esto ha sido como un ensayo, un juego... ahora viene lo serio...¡las joyas de la dolorosa!...
- La suerte está con nosotros, lo verás... el próximo domingo estaremos llenos de oro puro.
Por tres noches, los impíos repasaron de memoria sus indebidos tiempos y movimientos, y para dar el golpe señalaron una noche en la que el padre Luis tenía que ir una vez más a dar la extremaunción a doña Dalia, una conocida y muy pecadora vecina, cuya muerte estaba ya anunciada nueve años atrás, pero con el problema de que el diablo había jurado por Dios no recibirla en los infiernos.
Así lo hicieron... bajo la penumbra entraron al templo para dar el golpe… pero en el momento en que los truhanes buscaban inútilmente las alhajas de oro en los tiesos y puros corpiños de la Virgen Dolorosa, solo encontraron una nota a la que alumbraron con su linternita y leyeron.
“Hermano Herbert... los escarabajos llevan el motor en la parte trasera... “
Padre Luís.
1 comentario:
felicidades al autor Waldo, muy buen cuento, me encantó. Se nota esmero y sudor en la narrativa.
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