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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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sábado, 3 de marzo de 2012

El ensayo en La Urraka


EL ÉXITO DEL FRACASO:
LA GENERACIÓN FALLIDA

Por: Hernando Guerra Tovar

“Si hubiese sido posible erigir la Torre 
de Babel sin subir por ella, su construcción
nos hubiese sido permitida.”
Franz Kafka

Tal vez el mayor reconocimiento que se le puede hacer a una generación estética es su fracaso frente al sistema de  producción, cualquiera sea la fuente política, religiosa o filosófica que lo sustente y el orden económico mundial de su momento histórico. Y no puede ser de otra manera toda vez que la poesía es subversiva en su esencia y entre más distancia o resistencia tome respecto de la sociedad, mayor es su posibilidad de fallo. El éxito del sistema económico y político es directamente proporcional al descalabro de la posibilidad artística.  
En este contexto se sitúa la auto denominada Generación Fallida, grupo al cual pertenece el Poeta, escritor, abogado y divulgador cultural Juan Carlos Céspedes Acosta, con sede en Cartagena de Indias y en el Portal la Urraka de la Red, integrada por los poetas y narradores reseñados, quienes publicaron en  Ediciones Pluma de Mompox S.A de Bogotá, la antología que lleva su nombre. Por su extensión e importancia, nueve integrantes, dividiremos la publicación en tres partes. Aquí la primera.

 JUAN CARLOS CÉSPEDES ACOSTA

      Un sentimiento de ironía recorre la palabra de Juan Carlos Céspedes Acosta. El ser constreñido por el entorno, por una realidad excluyente  que lacera su esencia, es en este autor motivo poético del que observa y denuncia. El lector encuentra en su poética la marginalidad del ser, su devenir histórico de aislamiento. Tal vez la separación ontológica, el pecado genésico, concurra en la poesía de Céspedes Acosta para recordarnos la tragedia del hombre enfrentado a sí mismo. La ausencia como principio de escasez predomina en sus textos. La soledad del poeta, la inanidad de su accionar en un mundo que no le acepta, que no le lee, que ni siquiera asiste al recital gratuito en donde anhela compartir su sueño, es la soledad del hombre, la escisión, la fragmentación del ser, el rechazo del otro: “Sólo han venido cinco chicos a escucharme / Para nadie fue noticia la lectura de mi poesía / alcé mi mano libre y dije // De aquí no se va nadie / Que ahora somos suficientes.”,  (5  pm Patio / Poesía). Poemas como “El último héroe”, “Mi último atavío” y “Cabina 12”, son tres cantos tristes, casi Elegías, de una misma angustia existencial, el desamparo del hombre en un entorno de separación y distancia: “Carpintero / Olvida en tu memoria la madera / Espera que vuelvan los ojos de buscarme / Cuando veas claveles en mis manos / Sabrás que puedes reiniciar tu tarea.”, (Mi último atavío). El destino de Sísifo no es diferente al destino del leproso, al del poeta, ni al de nosotros. Todos asistimos al mismo castigo, pero más que un castigo de los dioses, esta condena habita en nuestras propias conciencias.   Cuando el hombre es consciente de su destino,  empieza su dolor. Pero el dolor, como dijera Camus, hace posible también la dicha en términos de propósito: “No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”  Y el poeta Céspedes Acosta, en su palabra diáfana como la luz de la noche, nos dice:” Quizás  lo que realizamos piedra arriba / sea el eterno descifrar del paso olvidado / donde encontraremos las claves precisas / para que algún día la roca ocupe su lugar en la cima” (Sísifo). 

RUTH PATRICIA DIAGO

      Una poética del cuerpo entre la cotidianidad citadina es el cuadro que nos presenta la palabra de Ruth Patricia Diago. Un mundo de alegría fluye en sus versos en un lenguaje ágil, libre y decantado. La fiesta interior del ser extiende su flor cálida de sol y brisa. Si extender es el verbo del amor en contraposición al miedo que induce  proyectar, entonces aquí hay amor percibido en el entorno feliz del tiempo: “Olaya y sus ruidos / rodeando las mejores horas.”  Cuando hay paz interior el mundo sobra, pareciera decirnos la poeta. “Y este cuerpo que recicla sus placeres / es servido a voluntad y sin remilgos de tiempo.,” puntualiza en Abstracciones de lego, texto en el que, como en los otros de la muestra, el tiempo discurre hecho motivo. El tiempo es cambiante. Ello lo diferencia de la eternidad que es inmutable. Por eso la alegría iniciática se trastoca en angustia en Rescoldos, donde Ruth Patricia enseña su perfil existencial: “Sólo resta el desencanto  / irrefrenable de tantos años.” Y la cotidiana vida de uno y de Ellos, los otros. El tendero, la cama, la caja de fósforos, las bolsas para la basura, las prendas interiores, el padre y Vivaldi; universo coloquial, sencilla vida en un erotismo sutil que fluye  gracioso. Ellos, los otros, cumplen la cita del ritual entre la hierba “en busca de luz”.  Bello relato erótico entre el tiempo del ser en su plenitud del entorno sencillo de las cosas propias y del otro, la poesía de Ruth Patricia Diago. 

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