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Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
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lunes, 13 de diciembre de 2021

Divagaciones sobre la escritura poética


Poeta y aldeano

Divagaciones sobre la escritura poética

[A mis Maestros amigos, Juan Carlos Céspedes Acosta y

Argemiro Menco Mendoza. Y viceversa]

Otto Ricardo-Torres

... Voy a hablar del acto de escribir en el que es realmente poeta; lo que le ocurre al poeta en el acto de escribir, eso que algunos –y hoy casi todos- corrieron a llamarlo inspiración, palabra que ya no se puede pronunciar si es que nos queremos librar de un linchamiento. Si no nos ponemos en situación, es decir, atentos al caso, esto puede ser un ‘ladrillo’. No obstante, antes de rehusarlo hagan memoria fina de cada uno en sí mismo y de la biografía interior de los grandes poetas. Hay ocasiones en que estas circunstancias no se corroboran verbalizándolas, sino haciéndolas. O el HACER como la única forma de SABER. ..

Supe de los toltecas hablando de AQUÍ y AQUÍ y no de Aquí y Allá. Creo que todos hemos pasado por esa situación. Por supuesto que los Maestros lo hacen a voluntad cuando ‘se enfocan’ en varios lugares de tiempo o de espacios, o de espacio y de tiempo diferentes y al mismo tiempo. 

DISTINGAMOS dos situaciones: cuando nos acordamos o alineamos o enfocamos en un lugar pasado o presente, estando únicamente Allá; y cuando nos vemos y estamos simultáneamente en dos lugares distintos. Seguramente a muchos de ustedes les ha pasado, sino que, a pesar de lo sorprendente, solemos archivar estos sucesos sin detenernos en ellos. Hagamos inventario estratégico de nuestra vida y lo recordaremos. 

A eso, los toltecas le llaman ACORDAR o ACORDARSE, que es distinto de RECORDAR. ‘Recordar’ es hacer memoria desde aquí lo de allá, REMINISCENCIA; ‘acordar’ o ‘acordarse’ es estar aquí y aquí, esto es, en varios ‘aquí’ al tiempo, o trasladarse a ese no lugar y participar en el propio tiempo y circunstancias de entonces sin dejar de estar en su aquí del comienzo. 

Dada la singular acepción, creo que en este caso el régimen del vocablo ‘acordar’ o acordarse’ no sería ‘acordar o acordarse’ DE, sino ‘acordar o acordarse CON’, como en ‘Estar de acuerdo o en acuerdo con’. En este caso, el verbo coincide con el empleo que se hace de él en música, mediante los ‘acordes’. Su etimología está del lado de ‘acordar o acordarse’ CON, pues viene de ‘ad’, ‘al lado’, y ’cos cordis’, ‘corazón’: ‘corazón al lado de, o simultaneidad, ‘ad cordis’. (Aunque se podría pensar que en el caso de la música, el ‘acorde’ sea cuestión de ‘cuerdas’). José Ortega y Gasset, el máximo ensayista en lengua española para mi gusto, da una bella definición de AMOR en términos de “Corazón junto a corazón, concordia”. Y, por supuesto, como él sabía de latines, está empleando ‘concordia’ en su valor etimológico, con el sentido de ‘co cordis’, simultaneidad del corazón: AMOR, concordia del corazón: ‘corazón junto a corazón’. 

Este empleo se aviene con el de ‘acordar o acordarse’ y con ‘acuerdo’.

Sin ser exactamente un ACUERDO, dicen que mi admirado Rey David solía hacerlo. Se sentaba y empezaban a atronar en todos los cuerpos de su ser caminos y batallas, salones y reuniones con los enjambres de las tribus, tales cuales, mas no ‘como si las estuviera viviendo’ sino sin el ‘como’.

A lo que vengo es al caso que sí se puede citar, el de los poetas (incluidos los narradores, por supuesto) sobre todo los aedas y rapsodas de la época homérica y de siempre. Comentan los rapsodas, ION, por lo menos, que cuando están ante el público cantando, los hexámetros de aquellas obras en las cuales había especialistas de cada una de ellas, uno es el que está parado ante el público y ese mismo el que está inmiscuido en los escenarios y escenas vivas del canto, del contenido del canto, allá en su entonces. Uno de los símismos apenas si se da cuenta, porque queda en estado zombi para no interrumpir el flujo de la memoria del rapsoda. 

No es del todo igual al aquí y aquí tolteca realmente, pero casi.

Ahora bien, al crear poéticamente, unos lo hacen como tecnología, ‘de oficio’; a estos no me refiero. Otros no lo hacen, sino que dejan que el texto se haga en ellos. Estos son. Y es cuando el poeta lo es porque él no es realmente el responsable sino únicamente de la escritura; lo demás ya le va siendo dictado. Y su maestría estriba en mantenerse atento al dictamen, sin entrometerse, sino dejando que la voz intrusa diga lo que venía a decir tal cual. A ese par de simultáneos, uno y distinto en el mismo, lo he llamado ad hoc, POETA Y ALDEANO. A este, el amable e inocente aldeano, me refiero jocosamente como el ‘ñero’ (‘aldeano’) ortónimo u homónimo del poeta, sin nada de peyoración.

En el artista se dan esas dos entidades simultáneas, la del aldeano y el poeta, dos maneras del aquí y aquí.

Cuando he hablado de evitar el autor en la ñerocrítica, no es por apartar al crítico de la amistad con el autor Fulano de tal, sino para invitarlo a que se ocupe del autor poeta y no del autor externo, del ñero o aldeano, del Fulano, que no es el que crea. El autor poeta es ya, por supuesto, parte principal de la creación, dado que él es quien agencia o hace la creación. A él se está uno refiriendo cuando examinamos al poema en el seno de este y no desde afuera. Si analizamos realmente y sin evasivas la artisticidad del texto, ahí mismo estamos rindiéndole homenaje al autor, pero al autor intrínseco en el poema, no al ñero. El autor intrínseco es el factor más importante de la creación, porque él es creador y criatura en, dentro de su obra. 

(El ñero es el de la reciprocidad del sancocho y el del uiski debajo del paloemango, que es en el que está pensando el ñerocrítico).

Generalmente los artistas no hablan de esto, a menos que el ambiente sea propicio. Y no hablan de esto porque la mayoría de la gente solo habla del poeta Fulano, como si Fulano fuera realmente el poeta y no el mismo fulano, pero otrado en la realización de su oficio sacerdotal. Creo que de esto ya he escrito bastante, aunque insisto. 

En el verdadero poeta, sea de la especie artística que fuere (a todo eso lo llamo ‘poeta’, pues igual ‘crea’ el que narra, hace teatro o cine o poemas), se da de manera fidedigna, el aquí y aquí, a su manera. Porque se trata de dos unomismo, sin ser dos, pero tampoco el mismo siempre. Cuando el real poeta escribe, el otro uno mismo no sabe qué es lo que quiso decir el aquel; tampoco este, porque está dentro, en unidad con la escritura. Únicamente la escritura, lo escrito, sabe qué es lo que el artista ha dicho o hecho. 

El verdadero poeta evade o no le gusta hablar de esto porque lo pueden chiflar.

Claro que hay casos contundentes, y no sé si pueda citar a Kafka con su Metamorfosis; tal vez también a Rilke, el de la Canción de amor y de dolor del capitán Cristóbal Rilke”, a Pessoa en sus poemas extensos, a José  Asunción Silva, el que tuvo que soportar la angustia inefable de su canto bailándole en sus dos noches elegíacas: las de “Una noche” y “Esta noche” .. de su sin par “Nocturno”. Y tantos otros. Sino que no todos los artistas dan en declararlo, o por modestia, por todo lo contrario, o porque no se han detenido a reparar en ello. 

Yo quisiera decir que ninguna obra realmente poética es escrita o realizada de una manera distinta. Por ejemplo, en García Márquez Cien años de soledad fue la culpable de haberlo encerrado los meses que estuvo en el calabozo de su casa de México escribiendo. Y no el ñero o aldeano, ‘el de civil’, García Márquez común y corriente, sino el garcíamárquez cienañosdesoledad o autor. De no haber sido así, quién, qué lo obligaba. Genio al fin y al cabo, hundió todo el cuerpo en el misterio y se dejó atrapar sin miedo. Si no, pregúntense: ¿sabía este autor lo que tenía que escribir? No. ¿Ya tenía claro lo que debía escribir? No. ¿Se predispuso a decir esto y lo otro antes de escribir? Dijo que tuvo que entregarse o someterse, ‘a ojos cerrados’, a lo que las urgencias caóticas de la obra le obligaron a escribir. ¿Y por qué le obedeció a todo ese fantasma metafísico o cuasi? Ya él ha dado la respuesta varias veces. Y muchos otros también.

Ser conscientes de esa inconsciencia al escribir, al bailar, al cantar, al pintar, al componer música o jardines, casas, mansiones, escenarios .. es el secreto, es el misterio, el sancta sanctorum del artista. En el seno de ese ámbito invisible para los demás, y solo allí, inmerso en la idéntica unidad de sentimiento y de conciencia, es el lugar en el cual el artista iluminado recibe la revelación y la pule y le hace los remiendos o arreglos que ella, la obra, pide o solicita. El haz y el envés de la hoja son su manera de decir su aquí y aquí.

En fin .. Siempre .. ¡siempre!, me he preguntado en las distintas ocasiones del oficio, por qué las criaturas de talento le sacan el cuerpo al misterio y por qué no son capaces de enfrentarlo, interrogarlo, hundirse en él, tal como lo hicieron todos los que, por haberlo hecho así, fueron grandes. Creo tener un conato de respuesta, pero la dejo para mí, porque “los actos de darse cuenta son siempre personales”.

Nueva Casa Esenia B’H, diciembre 5 del 2021

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