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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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martes, 25 de marzo de 2014

Yamile Aisa Quiroz Quiroz, de Colombia en La Urraka


El polvo del capo

Un encuentro casual, después de tantos años —cuarenta por lo menos—, desde el colegio…
Visitando unos amigos en carnaval, no faltó quien dijera: “…y ahí vive Tico”. La casa señalada mostraba el abuso del deseo de ostentar, a la  vista todos los diseños arquitectónicos que se pudieran imaginar, en la combinación más lobezca…y aunque no es de juzgar por las apariencias, hay algunos que llevan en sí el titulo “lobo”.

Y, a pesar de negar reiteradamente el interés por conocer a tal personaje no me fue posible eludir la formal presentación, la dueña de casa haciendo alarde de sus  buenas relaciones logró que “Tico” llegara hasta la casa de Migue, donde estábamos tomándonos unas frías.

Hombre de mediana contextura, trigueño con acento sabanero; de por sí con esas señas pasaría desapercibido a no ser por los cuatro guardaespaldas —a la vista—, según había por lo menos invisibles dos más.
Al cruzar manos y nombres la memoria hizo su jugada magistral de siempre: bucear esos cuarenta años, llegar a la infancia en regresión inmediata y sacar de allí ese sentimiento de camaradería, los juegos, las risas, las bromas… y al “Tico” que conocíamos con esa figura más bien flaca, ojos saltones, al brinco, atentos a todo…

Hoy esos mismos ojos, con igual expresión de ver lo que los demás no  veían… estaban centrados en el cuerpo de un capo-matón.
Curioso, el matón tenía ahora sus guardaespaldas.
Y cuando al transcurrir la charla ya identificados como aquellos alegres chiquillos, se conocía este nuevo estilo de vida, esta nueva actitud. No sabemos si fue nuestra expresión de curiosidad o si fue su carga personal, el tipo se franqueó  y en un momento estaba contando cómo le pesaba esta nueva vida.

“Por ninguna razón o motivo que sea, nunca mates a alguien. Es lo peor que puedes hacer, así sea en defensa propia. Pierdes de una tu vida, tu tranquilidad, no puedes dormir ni dos horas seguidas, no sales solo ni a la esquina. No sabes si puedes acostarte con aquella pelada así te hayan dicho que es el mejor polvo del mundo. Y dicho sea de paso a veces se llega al pase preciso, por temor al que te persigue. ¿Sabes?...”

Y se quedó unos instantes callado como rumiando lo que diría a continuación…
“El muerto lo caza a uno”.
A los pocos días de este último encuentro con “Tico”, luego del miércoles de ceniza, supe que había  caído en una emboscada.
Seguro lo cazó su muerto.

1 comentario:

Luis Payares Mercado dijo...

Hermoso cuento. Me gusta. Es contemporáneo y trascendental. Me encanta. Adelante Escritora.