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Mujeres trabajando
Autor: Yemba Bissyende
Técnica: Batik
Medidas: 40 cm x 1m 30 cm

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martes, 12 de marzo de 2013

El ensayo en La Urraka



Huyendo de las figuras literarias

                    “Otra de las fantasías del alba del milenio, 
                    será la desaparición del intelectual”.

Por Víctor López Rache

1. Fantasías oficiales

      Hay una regla sin excepción. Las estrellas de la inteligencia impiden ver las actividades, la obra y las aventuras del creador auténtico. Su dicha es tan plena que anulan la existencia de los semejantes y han alterado la realidad convirtiéndola en un mosaico de fantasías. Las figuras anulan la capacidad de pensar e irradian un magnetismo que deja a la comunidad satisfecha noche y día.
      Les encanta la idea de acumulación individual, la ayudan a propagar y les parece magnífico no hablar de intelectual, sino de productos del conocimiento. Su presencia le otorga legitimidad a la red de fantasías que ha llevado a ponerle fin a la vieja noción de sentido común. Ya no se pregunta de qué se trata un libro, sino qué multinacional lo ha publicado. Los demás debemos fingirnos escépticos prehistóricos e ignorar el impacto del Tratado de Libre Comercio, donde no sólo la semilla de las plantas tendrá un sello extranjero, sino el fruto de la imaginación. Un pequeño artefacto absorberá las ideas del auditorio atento o del transeúnte desprevenido, y el experto en recolectar ideas ajenas gestionará las patentes y será su propietario. El argumento será: la vivencia es tuya; pero la versión es mía y, como tal, la obra me pertenece. Si hay demandas, el juez concluirá que no hubo plagio ni apropiación, sino una inspiración colateral en bruto.
      Para hacer menos tensa la regla sin excepción, es necesario observar las opciones que le quedan a las criaturas que nacieron en las décadas precedentes a semejante avance de la humanidad. Además, el lugar, la formación y la capacidad de resistencia, quizá, nos pueda ayudar a entender porqué confiamos en fantasías que, finalmente, nos dejan tranquilos bajo el paraguas de las confusiones. Por ejemplo, yo nací en un país cuyos habitantes hablan el mejor español, exaltan los símbolos nacionales y triunfan donde vayan. Crecí en una democracia nunca interrumpida y de valores respetuosos de la diferencia. Tuve la dicha de entrar a la adultez aplaudiendo el fruto de ello: un premio Nobel dispuesto a decir siempre: el único deber del escritor es escribir bien. Dejé atrás la edad de la razón bajo la guía de un gobernante descendiente de Cristo. Y comienzo la ancianidad en medio de la gente más feliz del mundo. Además, he gozado los dones superiores de la inspiración gracias a la abundancia de bellezas tan fascinantes que sólo son aptas para valientes dedicados a negocios de alto riesgo… En fin, moriré en el mejor vividero del mundo.

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